martes, 14 de diciembre de 2010

TIRED. CHAPTER XII. EN BUSCA DE LA LUZ.

El amor tiene un poderoso hermano, el odio. Procura no ofender al primero, porque el otro puede matarte.

Los días y las noches se sucedían rápidamente en una ciudad a la que abrazaba el frío invernal.
Silvia y Carol caminaban de vuelta a la residencia, venían de la facultad.
Silvia andaba ocupada con la obra de Navidad que estaban preparando para el festival. Era un evento social importante a nivel estudiantil, puesto que se concentraban en el auditorio la gran mayoría de los alumnos universitarios que estaba en residencias. No podían permitirse el lujo de hacer el ridículo y el grupo que habían formado trabajaba día a día, esforzándose.
Del grupo de amigas estaban Silvia, Louise y Sara.

- Me ha llamado esta tarde Aleyt.- Comentó Carol tiritando de frío.
- ¡Ah! ¿Qué te dijo?
- Nada... Sólo quería hablar. Y me contó que las putas monjas no le han devuelto el dinero de diciembre.
- ¡Qué zorras!
- El problema es que contaba con ello... No sé, soy yo y les monto un pollaco...

Seguían andando, y al doblar la esquina ya vieron la fachada de la residencia Labouré, que tantos quebraderos de cabeza les estaba trayendo este año...

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Perry y Waka seguían en sus "investigaciones" sobre el tema de la monja que murió. Hacía casi un mes que había sucedido aquello, pero no pararían hasta conseguirlo.
Seguían visitando a las monjas, hablando con ellas y cogiendo toda la confianza del mundo.
Aquel día, alguien salió de una de las salas, sigilosa y mirando hacia todos los lados como si desconfiara de cualquier persona.
Waka dio un salto y se escondió detrás de una de las puertas, seguida de Perry. Las dos miraban los movimientos de aquella chica, que corrió escaleras abajo.
Se miraron anonadadas y no paraban de preguntarse si tendría algo que ver con lo que sucedió.

Entraron en una de las habitaciones, hoy les tocaba escuchar las amargas historias de una pobre monjita que no se acordaba de nada. Por lo que se ve, la muerte de la hermana que murió la había afectado mucho, pues ambas dos habían sido de las primeras en entrar en Labouré para dirigir el edificio.
- ¡Buenos días, hermana!- Dijo Waka con su alegría habitual.
Perry todavía estaba alucinada.
- Hola bonitas... - Saludó la anciana mirando por encima de sus enormes gafas.
Waka se sentó al lado de la hermana, que tenía algo entre las manos. Era como un álbum de fotografías.
- Este álbum es mi mejor recuerdo... - Susurraba la hermana.
- ¿Qué son? - Preguntó Perry.
- Eran fotografías de ella... Y mías. Nosotras empezamos a hacer aquí todas las actividades que se realizan ahora. Pusimos a Labouré en lo más alto de las residencias de Valladolid. Cuando pasó a hacerse en el Salón de Actos de Fuente Dorada, nosotras seguíamos organizándolo todo... Ese lugar no tiene secretos para nosotras, desde luces hasta... todo.
- Parece que habla en serio... - Susurró Perry al oído de Waka.
Waka cogió el álbum que le tendió la anciana y empezó a ojear las fotos.
En ellas, aparecían, en blanco y negro, un montón de chicas jóvenes en lo que parecía un ensayo, cantando, tocando la guitarra, vestidas de pastoras...
- Esta fue la primera obra de Navidad a nivel residencial. La organizamos nosotras...
Waka asentía aburrida, sin darle importancia a aquello.

La habitación de la anciana hermana tenía dos camas, la otra vacía desde hacía casi un mes... La mujer se sentía sola, pero un halo de felicidad llegaba cuando Perry y Waka iban a visitarla. Creían que podrían descubrir algo.
- Hermana... ¿Puedo hacerle una pregunta?
- Dime hija...- Dijo la monja mirando al infinito.
- Su... Su compañera de habitación, ¿recibió la visita de alguna otra residente... o de alguien extraño?
- ¡Sí! Bueno... No... A veces, siempre conocidos... Fami...Amig... Ui, no se hija...
- Ya se le ha ido la pinza... - Decía Perry mientras andaba nerviosa por la habitación.
Llegó hasta la cama de colcha blanca que había en el otro lado de la habitación. Miraba por la ventana mientras Waka seguía hablando con la hermana.
De pronto, algo llamó su atención. Un papel reciclado cuya punta asomaba por debajo de la cama.
Todavía no habían recogido nada de la monja difunta. "Para atormentar a su compañera, pobrecilla" se decía Perry...
Abrió aquel pliego, y encontró algo que no se esperaba encontrar. Ya tenían lo que querían.

- ¡Waka!- Exclamó. ¡Corre!
Waka miró como aquella chica salía corriendo y la siguió, dejando a la hermana sola y desconcertada.

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Aquella noche se celebraba en el Auditorio de Caja España el IX Festival de Navidad de las residencias de Valladolid.
Las chicas habían sido citadas allí por la directora del centro y por la directora del coro.
La obra de navidad era muy bonita: se trataba de una pareja de enamorados que estaban esperando un bebé. El bebé era el que iba narrando como se vivía la navidad en familia, en una residencia de ancianos y en un hospital, puesto que el nacimiento se produciría en Nochevieja. Para darle un toque cómico a la escena, Silvia, que era la protagonista, iba a realizar el momento del parto en el hospital.
Este último aspecto no gustó a la directora, y les pidió a las chicas que lo suprimiesen porque sino los chicos se iban a alborotar.

- ¡Santa gilipollez tiene la puta monja! - Gritó Louise por lo bajo.
- Nosotras no vamos a suprimir esa escena. Eso es una tontería y llevamos mucho tiempo preparando esta obra como para preocuparnos por lo que digan... - Explicaba Silvia, muy seria.
- A ver... En algún momento tendreis que ceder... Siempre somos las hermanas y yo las que cedemos ante todo lo que pedís... Decía Sor Teté con su cara de gesto malicioso.
- No vamos a quitar nada de la obra. Si nos obligais a hacerlo, os quedáis sin representación para Labouré.- Exclamó Louise.
- Pero ¿por qué sois tan caprichosas y tan niñas?
- A ver Sor Teté, ¡Estamos hasta las narices de usted y de las hermanas! ¡Siempre tienen que estar chafándonos todo por tonterías y gilipolleces que no tienen ni pies ni cabeza! A la próxima vez, den un guión escrito y no echen por los suelos las ilusiones y las esperanzas de un grupo desinteresado de chicas que intentan dejar a la residencia en buen lugar. ¡Estamos hartas de usted! ¡Hartas! No hay quien las aguante porque están amargadas y solo piensan en fastidiarnos, ¡siempre!

Se hizo un silencio incómodo.
- Silvia... Ya hablaremos de todo esto tú y yo.
- Sólo les fastidia que les digamos la verdad... - Dijo Sara.
- ¿Qué decidís con la obra? Si no la cambiais, es preferible que no lo hagais.
- Pues entonces ahí se queda con su festival. Nosotras nos vamos.

Louise zanjó el tema y se marchó seguida de las demás.

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Las chicas fueron a casa de Aleyt para contarle lo sucedido. Ella estaba con Nacho viendo una serie.
- ¡Hola!
- Hola Aleyt.
- ¿Y esas caras? - Preguntó extrañada.
- Pues nada... Tenemos que contarte un movidón curioso.

Silvia, histérica y sin respirar, contó a la pareja todo lo que había pasado.
Al rato, llamó Carol, que también iba para allá con un cotilleo nuevo.
- Bueno, bueno. Ya me he enterado de la movida...
- Sí... ¡Es que son unas zorras! Yo ya me puedo preparar para salir de la residencia porque con todo lo que le dije a Sor Teté...
- Pues agárrate a la silla, que voy... jaja. Va a cantar la Canzauzora en vuestro lugar... Ella sola. La he visto yendo hacia el auditorio pintada como una mona. Y me han contado que iba a ir ella.
- ¡¡¡SERÁ HIJA DE LA GRANDÍSIMA PUTA!!!
- Silvia por dios no te estreses...- Le recomendó Aleyt.
- ¡YO LA MATO CUANDO LA VEA, LA MATOOO!
- Bueno, ¿tenemos las entradas no? Podemos ir a abuchearla y a gritarle chorradas jajaja.- Dijo Carol.
- Sí, e informar a la gente de lo que ha pasado con las zorras de las monjas. Que se corra la voz.

De repente, sonó el móvil de Carol. Era Waka.
- ¡Waka, Waka!
- ...
- ¿Qué? Espera que no te oigo con la loca de Silvia gritando.
- ...
- ¡Hostia! ¿Qué dices?
- ...
- Oioioi esto se pone interesante.
- ...
- Entonces habrá que ir corriendo. Nos vemos en 5 minutos en la puerta del auditorio, aunque no me importaría que a esa zorra le...
- ...
- Adiós.

- ¿Quién era Carol?
- Waka... Y no os vais a creer lo que me ha contado. Pero más nos vale que lleguemos a tiempo o podría ocurrir una desgracia... ¡Y gorda!

Nadie entendió nada, pero siguieron a Carol escaleras abajo.