martes, 14 de diciembre de 2010

TIRED. CHAPTER XII. EN BUSCA DE LA LUZ.

El amor tiene un poderoso hermano, el odio. Procura no ofender al primero, porque el otro puede matarte.

Los días y las noches se sucedían rápidamente en una ciudad a la que abrazaba el frío invernal.
Silvia y Carol caminaban de vuelta a la residencia, venían de la facultad.
Silvia andaba ocupada con la obra de Navidad que estaban preparando para el festival. Era un evento social importante a nivel estudiantil, puesto que se concentraban en el auditorio la gran mayoría de los alumnos universitarios que estaba en residencias. No podían permitirse el lujo de hacer el ridículo y el grupo que habían formado trabajaba día a día, esforzándose.
Del grupo de amigas estaban Silvia, Louise y Sara.

- Me ha llamado esta tarde Aleyt.- Comentó Carol tiritando de frío.
- ¡Ah! ¿Qué te dijo?
- Nada... Sólo quería hablar. Y me contó que las putas monjas no le han devuelto el dinero de diciembre.
- ¡Qué zorras!
- El problema es que contaba con ello... No sé, soy yo y les monto un pollaco...

Seguían andando, y al doblar la esquina ya vieron la fachada de la residencia Labouré, que tantos quebraderos de cabeza les estaba trayendo este año...

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Perry y Waka seguían en sus "investigaciones" sobre el tema de la monja que murió. Hacía casi un mes que había sucedido aquello, pero no pararían hasta conseguirlo.
Seguían visitando a las monjas, hablando con ellas y cogiendo toda la confianza del mundo.
Aquel día, alguien salió de una de las salas, sigilosa y mirando hacia todos los lados como si desconfiara de cualquier persona.
Waka dio un salto y se escondió detrás de una de las puertas, seguida de Perry. Las dos miraban los movimientos de aquella chica, que corrió escaleras abajo.
Se miraron anonadadas y no paraban de preguntarse si tendría algo que ver con lo que sucedió.

Entraron en una de las habitaciones, hoy les tocaba escuchar las amargas historias de una pobre monjita que no se acordaba de nada. Por lo que se ve, la muerte de la hermana que murió la había afectado mucho, pues ambas dos habían sido de las primeras en entrar en Labouré para dirigir el edificio.
- ¡Buenos días, hermana!- Dijo Waka con su alegría habitual.
Perry todavía estaba alucinada.
- Hola bonitas... - Saludó la anciana mirando por encima de sus enormes gafas.
Waka se sentó al lado de la hermana, que tenía algo entre las manos. Era como un álbum de fotografías.
- Este álbum es mi mejor recuerdo... - Susurraba la hermana.
- ¿Qué son? - Preguntó Perry.
- Eran fotografías de ella... Y mías. Nosotras empezamos a hacer aquí todas las actividades que se realizan ahora. Pusimos a Labouré en lo más alto de las residencias de Valladolid. Cuando pasó a hacerse en el Salón de Actos de Fuente Dorada, nosotras seguíamos organizándolo todo... Ese lugar no tiene secretos para nosotras, desde luces hasta... todo.
- Parece que habla en serio... - Susurró Perry al oído de Waka.
Waka cogió el álbum que le tendió la anciana y empezó a ojear las fotos.
En ellas, aparecían, en blanco y negro, un montón de chicas jóvenes en lo que parecía un ensayo, cantando, tocando la guitarra, vestidas de pastoras...
- Esta fue la primera obra de Navidad a nivel residencial. La organizamos nosotras...
Waka asentía aburrida, sin darle importancia a aquello.

La habitación de la anciana hermana tenía dos camas, la otra vacía desde hacía casi un mes... La mujer se sentía sola, pero un halo de felicidad llegaba cuando Perry y Waka iban a visitarla. Creían que podrían descubrir algo.
- Hermana... ¿Puedo hacerle una pregunta?
- Dime hija...- Dijo la monja mirando al infinito.
- Su... Su compañera de habitación, ¿recibió la visita de alguna otra residente... o de alguien extraño?
- ¡Sí! Bueno... No... A veces, siempre conocidos... Fami...Amig... Ui, no se hija...
- Ya se le ha ido la pinza... - Decía Perry mientras andaba nerviosa por la habitación.
Llegó hasta la cama de colcha blanca que había en el otro lado de la habitación. Miraba por la ventana mientras Waka seguía hablando con la hermana.
De pronto, algo llamó su atención. Un papel reciclado cuya punta asomaba por debajo de la cama.
Todavía no habían recogido nada de la monja difunta. "Para atormentar a su compañera, pobrecilla" se decía Perry...
Abrió aquel pliego, y encontró algo que no se esperaba encontrar. Ya tenían lo que querían.

- ¡Waka!- Exclamó. ¡Corre!
Waka miró como aquella chica salía corriendo y la siguió, dejando a la hermana sola y desconcertada.

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Aquella noche se celebraba en el Auditorio de Caja España el IX Festival de Navidad de las residencias de Valladolid.
Las chicas habían sido citadas allí por la directora del centro y por la directora del coro.
La obra de navidad era muy bonita: se trataba de una pareja de enamorados que estaban esperando un bebé. El bebé era el que iba narrando como se vivía la navidad en familia, en una residencia de ancianos y en un hospital, puesto que el nacimiento se produciría en Nochevieja. Para darle un toque cómico a la escena, Silvia, que era la protagonista, iba a realizar el momento del parto en el hospital.
Este último aspecto no gustó a la directora, y les pidió a las chicas que lo suprimiesen porque sino los chicos se iban a alborotar.

- ¡Santa gilipollez tiene la puta monja! - Gritó Louise por lo bajo.
- Nosotras no vamos a suprimir esa escena. Eso es una tontería y llevamos mucho tiempo preparando esta obra como para preocuparnos por lo que digan... - Explicaba Silvia, muy seria.
- A ver... En algún momento tendreis que ceder... Siempre somos las hermanas y yo las que cedemos ante todo lo que pedís... Decía Sor Teté con su cara de gesto malicioso.
- No vamos a quitar nada de la obra. Si nos obligais a hacerlo, os quedáis sin representación para Labouré.- Exclamó Louise.
- Pero ¿por qué sois tan caprichosas y tan niñas?
- A ver Sor Teté, ¡Estamos hasta las narices de usted y de las hermanas! ¡Siempre tienen que estar chafándonos todo por tonterías y gilipolleces que no tienen ni pies ni cabeza! A la próxima vez, den un guión escrito y no echen por los suelos las ilusiones y las esperanzas de un grupo desinteresado de chicas que intentan dejar a la residencia en buen lugar. ¡Estamos hartas de usted! ¡Hartas! No hay quien las aguante porque están amargadas y solo piensan en fastidiarnos, ¡siempre!

Se hizo un silencio incómodo.
- Silvia... Ya hablaremos de todo esto tú y yo.
- Sólo les fastidia que les digamos la verdad... - Dijo Sara.
- ¿Qué decidís con la obra? Si no la cambiais, es preferible que no lo hagais.
- Pues entonces ahí se queda con su festival. Nosotras nos vamos.

Louise zanjó el tema y se marchó seguida de las demás.

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Las chicas fueron a casa de Aleyt para contarle lo sucedido. Ella estaba con Nacho viendo una serie.
- ¡Hola!
- Hola Aleyt.
- ¿Y esas caras? - Preguntó extrañada.
- Pues nada... Tenemos que contarte un movidón curioso.

Silvia, histérica y sin respirar, contó a la pareja todo lo que había pasado.
Al rato, llamó Carol, que también iba para allá con un cotilleo nuevo.
- Bueno, bueno. Ya me he enterado de la movida...
- Sí... ¡Es que son unas zorras! Yo ya me puedo preparar para salir de la residencia porque con todo lo que le dije a Sor Teté...
- Pues agárrate a la silla, que voy... jaja. Va a cantar la Canzauzora en vuestro lugar... Ella sola. La he visto yendo hacia el auditorio pintada como una mona. Y me han contado que iba a ir ella.
- ¡¡¡SERÁ HIJA DE LA GRANDÍSIMA PUTA!!!
- Silvia por dios no te estreses...- Le recomendó Aleyt.
- ¡YO LA MATO CUANDO LA VEA, LA MATOOO!
- Bueno, ¿tenemos las entradas no? Podemos ir a abuchearla y a gritarle chorradas jajaja.- Dijo Carol.
- Sí, e informar a la gente de lo que ha pasado con las zorras de las monjas. Que se corra la voz.

De repente, sonó el móvil de Carol. Era Waka.
- ¡Waka, Waka!
- ...
- ¿Qué? Espera que no te oigo con la loca de Silvia gritando.
- ...
- ¡Hostia! ¿Qué dices?
- ...
- Oioioi esto se pone interesante.
- ...
- Entonces habrá que ir corriendo. Nos vemos en 5 minutos en la puerta del auditorio, aunque no me importaría que a esa zorra le...
- ...
- Adiós.

- ¿Quién era Carol?
- Waka... Y no os vais a creer lo que me ha contado. Pero más nos vale que lleguemos a tiempo o podría ocurrir una desgracia... ¡Y gorda!

Nadie entendió nada, pero siguieron a Carol escaleras abajo.

domingo, 21 de noviembre de 2010

FIN PROVISIONAL DE TIRED.

Hola chic@s.
Bueno, ha llegado el momento de dejar Tired provisionalmente.
¿Qué os voy a contar? Últimamente las cosas no van bien y necesito un poco de tiempo y olvidar muchas cosas que han pasado en los últimos días.

Muchas gracias a todos por haber estado ahí. Si alguien quiere continuar con la historia me parecería estupendo de verdad, es más, os lo agradecería.

Un besazo y hasta el próximo estreno.

Belén.

jueves, 18 de noviembre de 2010

TIRED. CHAPTER XII. EN BUSCA DE LA LUZ.

Parecía que en Labouré las aguas volvían de nuevo a su cauce.
Por supuesto, las chicas no se libraron de una charla de dos horas, en la que sólo habló la directora, siendo interrumpida indefinidas veces por Louise aunque no sirvió de nada.

Aclararon lo ocurrido, ellas no tenían nada que ver en todo este embrollo. Como conclusión, dejaron el tema zanjado, con prohibición de hablar sobre él el resto del tiempo que estuviesen allí.
Todo quedó como un desgraciado accidente del que nunca se volvería a hacer referencia.

Después de que Sor Teté las dejase marchar, llamó a Carol para hablar con ella en privado. No había terminado.

- Por lo visto me equivoqué contigo, Carolina.
Carol la miró, pero no pudo decir ni una palabra.
El caso es que salió del despacho con una actitud entre triste, extraña... y feliz. El caso es que la dire le dijo que podía quedarse en la residencia. No tenía que irse de allí.

Subió rápido al quinto y se lo contó a sus amigas, que estaban en el office comentando la jugada y la situación, a pesar de que lo tenían prohibido.
- Ahora vamos a tener a las putas monjas haciendo guardia por el pasillo todo el santo día.- Comentó Vic, algo alterada.

Carol entró en el office y les dio la noticia. Todas se alegraron mucho.
Bueno, todas excepto Aleyt.
Más tarde, Carol y Aleyt se marcharon a la habitación de esta última, como siempre.
- Yo sí que me voy a ir Carol. Verás, últimamente por mi casa las cosas no van como deberían ir, se van a tomar decisiones que nos van a afectar de forma un poco... No se, supongo que de buena forma a largo plazo, pero empezar va a ser muy difícil. También estoy agobiada con la carrera, aquí hay mucha gente, mucho ruido y mucha distracción. Creo que lo mejor es irme de la resi. También por Nacho. Sacamos tiempo de donde podemos para vernos porque entre que tengo clase por la mañana, él por la tarde y tal, sacamos tiempo de donde no deberíamos y quizá sería mejor olvidarnos el uno del otro durante el día y vernos por las noches ¿sabes?

Carol lo entendió todo perfectamente, al igual que las chicas. Así que, tres días más tarde, Aleyt dejó la residencia Labouré y se marchó a un pequeño piso por el centro, cerca de la taberna de Leyre y del Teatro Calderón.
Su salida de allí le costó más de un disgusto con las monjas, que le dijeron por activa y por pasiva que eso que hacía no era "de un comportamiento cristiano". Afortunadamente, Aleyt no creía en esas chorradas y las veía como unas viejas amargadas, mentirosas y malas. Lo que sí que le fastidió fue que se quedasen con los 530€ del mes de diciembre, que no se los devolvían porque los pagos se hacían cada 3 meses, y ella se había ido en noviembre, de modo que le faltaba un mes para cumplir el pago.

El piso le había costado encontrarlo, y cuando hubo terminado de colocar la última caja, se tiró en el sofá, y echó de menos a las chicas. Mucho de menos.
Se durmió muy entrada la noche, cansada por el llanto y el estrés que acababa de liberar.

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En casa de Nacho, la situación era desbordante. Aquello era como un campamento de verano en el cual estaban más personas de lo habitual: Genaro, Nacho, Nur, Ross, Javi, Monique y Pelayo, que venía a ver la nota de su proyecto de arquitectura.
Como era de esperar, aprobó, y con una nota excelente.

Genaro andaba preocupado por su relación con Lidia. No sabía qué quería, si algo serio, algo menos serio, nada...
Lo que sí sabía es que le encantaba pasar ratos a solas con ella, y ya habían pasado demasiados como para decir que no tenían nada.
Estaba solo en casa, y encontró a Monique en el salón.
- Hola Monique.
- ¡Hola!
- ¿Qué haces?
- Nada, hablar con mis padres por el skype. Hace mucho que no los veo...
- Claro, ¿tienes pensado volver a la France pronto?
- No lo sé. De momento no tengo trabajo, dinero el justo... Ni siquiera puedo irme a un piso y me tenéis aquí...
- ¿Es que estás mal aquí?
- No no, claro que no...
- Pues entonces te quedas ¡Y PUUUUNTO!
Monique sonrió, alegrándose de que todos los hubieran aceptado de aquella forma. Se sentía como "en casa".
- ¿Y tú que tal estás?- Preguntó la chica.
- ¿Yo? No lo sé... No sé ni en qué día vivo.
Monique no le entendió muy bien.
- ¿Qué te pasa?
- Nada, y de todo. Es que no sé que hacer con mi "relación" con Lidia, si seguir adelante, si dejarlo aquí, o que...
- ¿A ti te gusta?
- Sí, pero creo que para algo serio no. O eso creía. El problema es que me estoy pillando por ella.
- ¿Y ella por ti?
- Lo está desde el principio.
- Entonces, ¿cuál es el problema?
Monique le guiñó un ojo.

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Perry y Waka, junto con Carol y Sara, llevaban unos días inquietos.
Las dos novatas, como no les "influía" la decisión de la directora, querían investigar y descubrir qué había pasado con la monja, así que empezaron por hacerse las "hermanitas de la caridad", nunca mejor dicho, y ofrecerse para cuidar algún día a las monjas de la parte de arriba de la residencia.
Al parecer, todas aquellas ancianas tenían problemas mentales. Hablaron con la hermana superiora encargada de todo aquel follón.

Al segundo día que se acercaron por aquel piso, se encontraron con SorP., y, como eran tan inocente, le preguntaron por la monja que falleció.
- Al parecer tenía un trastorno mental producido por esquizofrenia. Dicen que escuchaba voces.

Waka y Perry bajaron corriendo al pasillo del 5º y contaron lo que sabían a las chicas.
- Alguien sabía esto... Y la utilizó- Dijo Vic muy seria.
- Sí, pero ¿quién? Y... ¿Por qué?- Se preguntó Ana.

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Aleyt estaba cenando en compañía de sus amigas de clase, Gabrielle y Laia.
Gabi, como la llamaban sus amigos, era una chica peculiar, con aspecto interesante, de estilo Coco Chanel en sus primeros tiempos y muy responsable.
Aleyt se había fijado en ella desde el primer día. Le causó buenas vibraciones y le recordaba a su amiga Momo en todo. Con el tiempo se hicieron buenas amigas.

Laia era un tema aparte. Era de procedencia mediterránea, como Aleyt, pero más al norte. Concretamente de Barcelona. Había nacido allí, y después se trasladó a Cantabria, donde conoció a Louise y a Silvia. Silvia le habló de Aleyt cuando ésta decidió cambiar a Historia del Arte, y sabía que irían juntas a clase. Desde el primer momento se encontraron muy bien y las tres se hicieron muy amigas, aunque sus ideas eran mucho más radicales que las de las otras dos.

- Bueno chicas, y lo que ocurrió fue que estábamos tan tranquilas y volvimos a recibir una nota, encontramos a la monja toda petada por el pasillo, con una cara de susto alucinante y así, sin más, se calló por las escaleras y se descuernó... Menudo susto.
- Joder vaya movidas.- Dijo Laia.
- Lo que más me sorprende es que había un hilo en la escalera, como si todo estuviese pensado para que ocurriera aquello ¿sabes? ¡Un hilo!
- ¿En serio?- Dijo Gabi abriendo mucho los ojos.
- En serio, lo vi todo.
- Pues entonces a esa monja la volvió loca alguien de la residencia que os quiere putear, y se le ha ido de las manos.
- Entonces quien hizo eso está dentro de la residencia... Y podría volverlo a hacer.

domingo, 7 de noviembre de 2010

TIRED. CHAPTER XI. ¿QUÉ ESTÁ PASANDO EN LABOURÉ?


La venganza prolonga y agrava las enemistades. - Joseph Addison.

No se contentaba con divertirse a costa del sufrimiento de las demás, sino que no puede parar de pensar en la siguiente "prueba" a la que someter a las chicas... Se había deshecho de la que menos le importaba, pero... ¿haciendo que la expulsen de la residencia conseguiría su objetivo? Las cosas no le estaban saliendo bien.

Sonó el teléfono, y la conversación terminó con un "todo está controlado."

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Aleyt iba con Nacho paseando por la ciudad, y ya con dolor de cuello. No dejaba de buscar por los balcones, las ventanas o los portales un cartel que pusiese "SE ALQUILA".
Estaba desesperada. Tenía ganas de salir de la residencia, ya no solo por lo de los papeles y por Carol, sino porque le era imposible concentrarse, no podía estudiar bien, y la vida, tan poco independiente, la atosigaba.

Nacho la dejó cerca de la Casa del Estudiante, y se despidieron hasta el día siguiente. Aleyt esperaba a que el semáforo se pusiera verde sin dejar de seguir la silueta del chico, que desaparecía entre la niebla vallisoletana. Se preguntaba si sería capaz de amarle como lo amaba durante toda su vida.
De repente, el sonido de Old time rock and roll de su teléfono móvil la sacó de sus románticos pensamientos: era Carol.

- ...
- No... He llamado a algunos pisos pero no he encontrado ninguno que nos convenga. Son muy caros, o muy grandes, o de inmobiliaria, o...
- ...
- Sí. Oye, estoy llegando a la resi, ahora hablamos ¿vale?
- ...
- Ah vale, vale. Entonces nos vemos en la cena.
-...
- Hasta luego.

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- ¿Con quien hablabas?
- Con Aleyt, la chica alta de pelo rizado que tenía la casa en Alicante, ¿te acuerdas?
- Ah sí, la que se acordaba de que Manolito Gafotas era de Carabanchel, como yo jajaja.
- Em... Sí. Bueno, no me acuerdo de eso pero sí jaja.

Llegaron al portal de la casa de Ismael, pero Carol no estaba segura de querer entrar. ¿Qué dirían éstas? Se preguntaba.
Le inquietaba el hecho de tener a Aleyt buscando un piso mientras ella estaba quedando con Ismael, saltándose las clases y preocupándose muy poco por los problemas que estaba teniendo en la residencia. Pero estar con aquel chico la hacía muy feliz. Incluso había conseguido olvidar a Xoel.

- ¿Pasas?
Carol dudó un instante, porque sabía lo que ocurriría si traspasaba aquel portal.
Pero claro, era lo que quería...

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Ana y Sara intentaban estudiar en la sala de estudio del 5º, pero no lograban concentrarse del todo.
- Tengo hambre.- Dijo Sara tocándose la panza mientras miraba a Ana con cara de "¿vamos al office?"
- Yo también. Además, no consigo ni leer tres frases seguidas, llevo media hora con el título del tema jaja.
Ana se levantó y eso dio pie a que Sara sonriera y pudiera calmar las exigencias de su estómago.
Calentaron un par de vasos de leche y sacaron los panecillos con la mermelada.
- ¿Has vuelto a recibir algo?
- No... Pero no se tía, no paro de pensar el lo de Carol y Aleyt. No quiero que se vayan.
- Ni yo, ¿quién pondría la llave ahí?- Preguntó Sara muy bajito, como si supiera que alguien las podía oír.
- No lo se, pero si Carol dice que no la cogió, no la cogió, ¿por qué nos iba a mentir?

A los cinco minutos, Aleyt apareció con Silvia en el office.
Se sentaron a tomar algo con sus amigas y siguieron hablando del monotema.
- Por cierto chicas, tengo que deciros algo...
- Habla- Dijo Louise a Silvia entrando por la puerta del office.
Silvia tragó saliva, porque sabía que lo que iba a decir no sería del agrado de ninguna. Sobre todo de Louise.
- Pues... El otro día le conté a SorAn lo que estaba pasando, pero le dije que no contase nada a la directora, me prometió que no lo iba a decir y que estaría pendien...
- ¡Tú eres retrasada!- Gritó Louise.
- Como todos los de Cantabria, ejem... - Dijo Aleyt en broma para suavizar la situación.
- ¡Exacto Aleyt! ¡Conociendo a esta tía normal que pienses que somos tontos!
- Bueno Louise, no grites. Y no te pases...- Dijo Silvia con voz temblorosa.
- ¡Es que es verdad, joder! ¡Sabes que se meten en todo y vas y se lo sueltas! Es que...
- ¡Vale ya! Si lo ha hecho será porque tiene sus motivos y si le ha dicho que no va a decir nada pues habrá que tragárselo.
- Parece mentira que tú digas eso Aleyt, después de ver como se meten en tu vida. ¿Sabes que por esa confianza que les damos es por lo cual se entrometen en todo?
- Chicas calmaos, aquí lo que tenemos que hacer es pillar a la zorra que nos está gastando la puta bromita.
Vic hizo su entrada en el office. Cortó, tajante, la conversación.
- Anoche vi algo extraño. ¿Recibiste ayer una nota, Louise?
- Sí.- Dijo Louise.
- ¿Ah, sí? ¿Qué ponía? - Preguntó Ana.
- Algo así como que no me iba a ir de rositas después de no se qué... Es como algo surrealista. No entiendo nada.
- Bueno, el caso es que a eso de las 2 de la mañana escuche pasos muy lentos por el pasillo. Yo pensaba que érais alguna de vosotras y abrí la puerta despacio para daros un susto... Pero lo que vi fue a una de las monjas locas de arriba mirando la puerta de Louise. Llevaba algo en la mano. Me dio tan mal rollo que me metí en la habitación y eché la llave.
- ¡¡¡Joder Vic qué miedo!!!- Gritó Ana dando un salto de la silla.
- Yo no duermo- Dijo Silvia poniéndose muy pálida.
- ¿Hacemos una noche de CSI Labouré? jajaja.
- Tú tómatelo a cachondeo, pero yo estoy acojonada.- Admitió Ana.
- Lo digo en serio. Esta noche a mi habitación. Total, mañana es sábado, no hay que madrugar. - Propuso Aleyt.
- ¡Vale! ¡Sí por fa!- Exclamó Silvia.
- Vaya gansada. Yo me voy que pierdo el tren. Ale, hasta el domingo. - Se despidió Louise.

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Carol estaba nerviosa. No sabía por qué. Quizá la preocupación por tener que dar una explicación a sus amigas y aguantar que se rieran de ella.
Pero lo que quería sentir eran los besos que Ismael no paraba de dejarle por todo su cuerpo.
Primero empezó por el cuello, luego subió suavemente a los labios, y fue desabrochándole la camisa mientras volvía a bajar.
Era un cúmulo de sensaciones que hacía tiempo que no sentía con tantas ganas.

La fue desnudando poco a poco, delicadamente, algo que sorprendió con creces a la chica. Y ella le pidió que él también lo hiciese. Así que terminaron los dos uniendo sus cuerpos desnudos mientras se besaban alocadamente, centrándose en partes consideradas con hipersensibilidad.
Carol estaba disfrutando muchísimo, estaba latente en ella el deseo de que ese sueño, que parecía inalcanzable, se hiciese realidad. Lo deseó desde el primer momento en que lo conoció, y no se podía creer que las casualidades existiesen. Al menos no de esa forma.

Lo hicieron una y otra vez, y una y otra vez hasta que acabaron agotados.
Bueno, hasta que se rompió la magia.
Supo que el chico estallaba de placer, y no fue porque lo notase, sino porque la última palabra fue "GOL".

Carol no se pudo creer que existiese todavía gente tan... cutre.

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Las chicas cenaban la maravillosa pizza de la residencia.
- SorAn no nos quita el ojo, tía. - Dijo Ana mirando a Silvia.
- Ya me he dado cuenta, a mí no para de preguntarme si estoy bien..., ¿qué se supone que tengo que decirle? - Se preguntaba Carol, sin levantar la cabeza del plato y con el cuello cubierto por un pañuelo, ocultando las marcas delatoras.
- Ya os he dicho que lo siento. ¿Vamos a estar en la habitación de Aleyt?
- Joder... Parece que estamos en Halloween y vamos a contar historias de miedo jajaja.- Bromeó Aleyt.
- Pues más o menos... Porque yo estoy acojonada.- Dijo Ana.
- Y yo... Joder, que vi a la loca de la monja allí.- Añadió Vic.
- Bueno, por mí venid... Jajaja.
- ¿Te hemos jodido el polvo del viernes-noche con Nachito?
Aleyt miró a Carol con una cara un tanto agresiva... Y de afirmación a su pregunta.

Terminaron de cenar y subieron a sus habitaciones. Aleyt les dijo que las aguantaría a partir de las 12.
Silvia estaba acojonada, por lo que, como siempre, apareció con su manta en la habitación de Aleyt antes de tiempo.
Más tarde llegaron Sara, Ana y Carol. Vic marchó de fiesta. No le apetecía espiar a monjas locas un viernes por la noche.

A las chicas, conforme avanzaba la noche les parecía absurdo lo que estaban haciendo. De modo que decidieron irse a sus habitaciones.
El reloj marcaba las 3 de la madrugada. Oyeron que alguien llamaba a la puerta y todas empezaron a gritar como niñas asustadas.
Aleyt abrió sigilosamente y se encontró a Vic riéndose de ellas en la puerta, ya había llegado.
- ¿Aún haciendo guardia, pardillas?
- Calla anda, vaya susto, cabronaza.

De pronto, oyeron algo que a todas les puso los pelos de punta. El ascensor que no podían utilizar y que estaba reservado para las monjas ancianas estaba bajando...
Vic entró corriendo a la habitación de Aleyt y todas callaron. Se hizo un silencio absoluto.
Escucharon el temido sonido del ascensor: "piso cinco". Y unos pasos, lentos, se acercaban al pasillo donde estaban las chicas.
Carol abrió la ventana y salió al balcón corriendo, mientras llamaba, histérica, a la habitación de Paulita, la hermana de Ana.
Las demás estaban petrificadas, y el papelito se deslizó por debajo de la puerta. Sara lo cogió, y leyó: "no será suficiente con que te vayas". Se miraron con extrañeza.
- Voy a salir.- Dijo Sara con decisión.

Cuando abrió la puerta, no había nadie, pero el ascensor no se movía y la luz del pasillo estaba apagada. Pero se veía el reflejo de la luz de las escaleras del sexto. Sara salió y corrió escaleras arriba, seguida de Vic y Aleyt.
De repente, oyeron el otro ascensor, del que bajó SorAn, que subía a reñirles por estar armando escándalo.Al verlas correr, las siguió por las escaleras, ordenandoles que parasen.

Las chicas encontraron a la diminuta y anciana hermana, acalorada, andando perdida por el pasillo del sexto. Ellas sólo querían alcanzarla para que les explicara qué estaba pasando. SorAn gritó para intentar detenerlas.
La monja se dio la vuelta, y vio que se acercaban a ella, desde el otro extremo del pasillo. Intentó volver a bajar las escaleras, cuando Sara alargó el brazo para alcanzarla, y, de repente, la pequeña e inocente hermana cayó escaleras abajo.
Un hilito de sangre se deslizó por la nariz de la monja y sus pequeños ojos se cerraron para siempre.
SorAn, Aleyt y Vic se quedaron petrificadas y Sara solo pudo articular un grito ahogado.
Silvia, Ana y Carol se acercaron por el pasillo del 5º, y, al subir, se encontraron aquella sangría y empezaron a gritar.
- Sara... - Dijo Aleyt acercándose a ella.- ¿Qué has hecho?
- Yo... Yo te juro que no la he tocado.

Vic se quedó atrás, viendo como SorAn, entre tanto nerviosismo y ante tal escena, era incapaz de reaccionar.
De repente, Sara se agachó, y, al reflejo de la luz, vio que había de un extremo a otro de la barandilla, unos centímetros más alto del suelo, un hilo transparente, tensado, que fue lo que provocó que la hermana tropezase y cayese de forma tan brutal.

No se explicaban qué estaba ocurriendo allí, pero otra vez ellas serían "las culpables de todo."



martes, 2 de noviembre de 2010

TIRED. CHAPTER XI. ¿QUÉ ESTÁ PASANDO EN LABOURÉ?

"Amo la traición, pero odio al traidor."

Louise llegaba a la residencia un domingo normal. Ya era la hora de cenar, y en el office había luz, por lo que supuso que las chicas estaban ya degustando la cena tan poco elaborada que se sucedía fin de semana tras fin de semana.
Entró a su habitación sin percatarse de algo que había en el suelo. Se quitó el abrigo, tiró la bufanda y abrió la maleta para sacar el taper con la suculenta tortilla de patata.
Al salir, se agachó, y leyó...

- ¿Qué tal el finde Sara?- Preguntó Aleyt mientras sorbía la sopa de sobre que había comprado el día anterior.
- Bien, pero bueno no salí mucho porque estab...
- ¡Ya os vale eh! Jajaja. ¡Payasas!
Todas se quedaron mirando a Louise sin saber a qué se refería. De repente, Vic cayó en la cuenta.
- No hemos sido nosotras...- Dijo sin hacer mucho caso.
- ¿Entonces?
- Pues... Mejor siéntate y tengamos una conversación larga y tendida. Cierra la puerta anda.
Louise hizo caso a Aleyt y se sentó. Abrió su taper y escuchó, no sin alucinar, la historia que le contaron sus amigas.
Algo estaba pasando y no era bueno.
- Creemos que es la Tutti Frutti.
- ¡Ja! La loca esa... No me extrañaría nada. Pero ¿habéis recibido más gilipolleces de estas?
- Unas cuantas. Pero tía, es que yo ni me enteré cuando me la pasaron. Quiero decir, que la vi escurrirse por debajo de mi puerta y cuando abrí ya no había nadie.- Explicó Silvia con su nerviosismo habitual.
- Eso es porque eres lenta de reflejos...- Dijo Carol.
Ese comentario no sentó muy bien a Silvia. Estaba empezando a preocuparle de verdad su pérdida de visión y se ralló pensando que el hecho de no haberse dado más prisa era culpa de su "enfermedad".

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Nacho estaba concentrado en la cocina preparando la cena para sus compañeros. No había mucho para elegir, así que calentó algo de sopa, echó unos fideos y sobras de todo el fin de semana.
Estaba preocupado por las chicas. Aleyt ya le había contado los últimos sucesos en Labouré. No era lo único que lo preocupaba, también la situación con Ross. Últimamente tenía muchos encontronazos con él y eso no le gustaba. Nunca se llevó mal con nadie, pero desde que quedó con Silvia notaba una cierta hostilidad respecto al comportamiento de Ross hacia él.
No quería calentarse la cabeza, pero necesitaba contárselo a alguien. Y justo, entró Nur.
- Hola guapa.
- ¡Hola bonito!
Aunque fuese a su bola, Nur era encantadora.
- ¿Qué haces para cenar?
- Sobras. ¿Te apetece algo especial?
- No, no. Pensaba hacer una tortilla de patata, pero ya ves donde tengo que darle la vuelta.- Nur mostró a Nacho la tapadera de la sartén. Era evidente que ahí era complicado hacerlo. Ambos rieron.
Al momento, apareció por la puerta Monique.
- Hola chicos.- Dijo con su alegre y peculiar acento francés.
- Hola.- Dijeron al unísono Nur y Nacho.
Monique cogió una botella de agua para Javi y marchó de la cocina, dejando de nuevo a Nacho y Nur.
- Tengo que contarte algo, Nur.
- Ah, dime.
- ¿Tienes tiempo?
- Claro. ¿Qué te pasa?
- Mmm- Nacho no apartaba la vista de la vitrocerámica.- ¿No notas extraño a Ross?
Nur se quedó pensativa...
- Es que... últimamente me contesta de forma brusca, o como si le molestase dirigirme la palabra, y no se si es a mí solo o... En fin, creo que serán paranoias mías, pero lo he notado a raíz de haber quedado con Silvia.
- Uf pues... No lo sé. Yo lo noto como siempre. Ya sabes cómo es. El pobre anda muy liado y se agobia enseguida, además...
- ¡Hola!- Genaro saludó con una sonrisa de oreja a oreja.
- ¡Genarín! - Dijo Nacho.
- ¿Qué hacéis?
- Nada hijo la cena. Estábamos hablando.
Nur le comentó por encima a Genaro lo que Nacho le preguntó, pero no le dio tiempo a dar su opinión porque aparecieron en la cocina Javi, Monique y Ross.
Se pusieron a cenar, y Nur y Genaro ya notaron la hostilidad de la que hablaba Nacho.
El tema de conversación se desvió al problemilla-bromapesada que estaba sucediendo en la residencia de las chicas.

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La mañana del lunes lucía con un sol espléndido.
Y un frío que pelaba.
La calle era transitada por un montón de gente que iba a sus trabajos, al colegio y a la facultad.
Aleyt y Sara bajaron a desayunar juntas y fueron comentando la situación con Perry y Waka, dos novatas que ya se habían enterado de lo que les pasaba a sus veteranas.
- Aquí es que las noticias vuelan, señoras veteranas.- Decía Perry con su habitual sonrisa.
- Ya... ¿Alguien más lo sabe?
- No lo se.
- ¿Y cómo os habéis enterado vosotras? - Preguntó Sara.
- Pues... Porque oímos a Silvia contárselo a alguien por teléfono, pero no estábamos seguras de que fuese cierto.- Explicó Waka.
- Bueno... Mejor que lo sepa poca gente. No vaya a ser que empecemos a acusar a gente sin pruebas.- Ese comentario fue intencionado. Aleyt quería recriminar en cierto modo que las novatas, días antes, hubieran culpado a Tutti Frutti de grabar aquello en la puerta de una novata sin saber seguro que había sido ella. Aunque Aleyt también lo creía. Pero no la veía capaz de hacer lo de los papelitos.
- Joer veterana, ¡cómo las tiras! Jajaja.- Dijo Perry.
- Por cierto.- Cortó Waka.- Anoche alguien robó la llave de la capilla.
- ¿Qué?
- Sí, sí. Y... Alguien dijo que habíais sido vosotras.
La cara que les pusieron Sara y Aleyt resolvía todas sus dudas.

Carol despertó a media mañana. No tenía ganas de hacer nada, ni siquiera tenía fuerzas para poner un pie en el frío suelo de su habitación.
Fue al baño a echarse un poco de agua en los ojos y se puso el chándal. Había quedado con Gerardo para hacer un trabajo en una sala de la residencia.
Cogió sus apuntes y bajó, sin darse cuenta de que dejaba la puerta abierta.

Sor Lulú iba por el pasillo del 5º dejando el papel higiénico por las habitaciones. En las habitaciones en las que había gente, lo dejaba en la puerta. Pero en las demás entraba y lo dejaba a un lado de la puerta.
Llegó a la habitación 514. Aleyt estaba en clase. Dejó el paquete de papel en el suelo, miró si tenía la habitación ordenada y cerró de nuevo para dirigirse a la 513.
Llamó a Carol unas cuantas veces, pero, como no obtuvo respuesta, se tomó la libertad de entrar. Dejó el papel y repitió la operación. Echó un ojo a la desastrada habitación de Carol. Cuando iba a cerrar, algo le llamó la atención.
Allí, en el corcho, había colgada una cinta azul de raso, desteñida, con una llave colgando. Era la llave de la capilla, la misma llave que había desaparecido la noche anterior.
La anciana hermana, enfurecida, se dirigió a picar la puerta de la habitación de Ana. Ésta estaba estudiando, y estuvo a punto de no abrir la puerta, pero cuando escuchó la voz desesperada de sor Lulú, no dudó y abrió:
- Hola.
- ¡¿Qué sabes tú de esto?!
Ana se quedó helada. Los ojos de Sor Lulú mostraban enfado del de verdad.
- No... No se de qué me habla.- El reflejo del sol contra la llave de acero se plasmó en los ojos de Ana.
- ¡Alguien robó anoche la llave de la capilla y acaba de aparecer en la habitación de Carolina! ¡¿Dónde está?!
- De verdad, no lo sé. No tiene clase pero no lo se.
Sor Lulú cogió el ascensor y bajó, dejando a Ana con su sorpresa en la puerta de la 501.

Carol estaba tan tranquila haciendo el trabajo con Gerardo cuando oyó el megáfono de la residencia. Se quedó extrañada.
Y más aún cuando escuchó: "Por favor, Carolina Centeno, de la 513, vaya urgentemente al despacho de Sor Teté".
- Vete si quieres. Ya lo terminamos mañana, voy a ver que quiere la puta monja.
Carol salió de la sala y fue al despacho. Allí estaba la maldita directora, seria, muy seria.
- Deberías de ir más tapada para andar por la residencia.- Le dijo como saludo.
Carol no le quiso contestar. Se miró el escote, y pensó: "es que tengo un calor de cojones".
- Siéntate.
Carol se sentó frente a la directora. La mesa-escritorio estaba llena de papeles, algunos de ellos de su matrícula, bolis, estampitas, una llave con una cinta, un rosario...
- Ha ocurrido algo muy grave, Carolina.
Carol no contestó. No sabía de qué le hablaban.
- Anoche desapareció la llave de la capilla. Una llave que está bien guardada. Pensábamos que había sido un despiste de una hermana, pero, como puedes ver ya ha aparecido.
La chica no se inmutaba, estaba confusa.
- ¿Y qué pasa conmigo?
- Carol, las personas como tú no pueden convivir en una residencia así.
Se quedó helada. Le estaban viniendo a la mente todas las cosas que estaba deseando decirle a aquella arpía.
- ¿Personas como yo? ¿Qué me pasa a mí? O mejor, ¿qué le pasa a usted conmigo?
- Tanto tú como Louise tenéis un poder de convicción que en ocasiones puede ser una virtud y, en otras, un defecto. Sé que compañeras y amigas vuestras no se han involucrado en actividades de esta residencia en las que estaban el año pasado por... no lo se, algunas ideas que les hayan podido influir...
- Insinúa que somos una mala influencia.
- Hoy nos lo has demostrado Carol. ¿Por qué robaste la llave de la capilla?
Carol no supo que contestar. De hecho no podía emitir ningún tipo de sonido. Se quedó petrificada.
- ¿Qué?
- Sor Lulú ha ido a dejarte el papel higiénico a tu habitación. Tengo entendido que la dejaste abierta y estabas haciendo un trabajo. Ha encontrado esta llave en tu habitación, la misma llave que anoche desapareció. ¿Por qué lo has hecho, hija? ¿Por diversión? ¿Quién más está metida en esto?
Carol intentaba organizar sus ideas, pero no podía. Estaba alucinando.
- He llamado a tus padres para contarles lo sucedido, supongo que querrán hablar contigo. Pero, sintiéndolo mucho, no podemos admitir este comportamiento. Así que...
- ¿Me echan?
- No quiero decirlo así, pero...
Carol no dejó terminar a la directora. Salió del despacho dando un portazo.

Aleyt estaba en su habitación haciendo unas cosas cuando alguien entró en desbandada.
- ¡Me han echado Aleyt!
- ¿Qué?
- Que me han echado...- Carol empezó a llorar.
- No llores, ¿qué te pasa? ¿Cómo que te han echado?
- Sí tía, alguien robo anoche la llave de la capilla y la ha puesto en mi habitación. Sor Lulú la vio cuando dejó el papel higiénico y se lo dijo a Sor Teté, y la dire a mis padres... ¡Joder! ¡Seguro que ha sido la maldita bastarda que nos está pasando los papelitos!
- No me lo puedo creer...
- Pues creételo...
Aleyt se quedó pensativa...
- Pues ¿sabes qué?
- ¿Qué?
- Que yo me voy contigo.

miércoles, 27 de octubre de 2010

TIRED. CHAPTER XI. ¿QUÉ ESTÁ PASANDO EN LABOURÉ?

"Dudo que ningún pintor haya interpretado nunca a la mujer de una manera más seductora. El pincel de Renoir, rápido y ligero, les da la gracia, la suavidad, el abandono, hace su carne transparente, colorea sus mejillas y sus labios de un brillante encarnado. Las mujeres de Renoir son hechiceras.

Si os lleváis una de ellas a casa, será la persona a la cual echaréis la última mirada al salir y la primera al entrar. Conquistará un lugar en vuestra vida. Haréis de ella una amante. ¡Pero qué amante! Siempre dulce, alegre, sonriente, sin necesidad de vestidos, ni sombreros, sabiendo prescindir de joyas; ¡la verdadera mujer ideal!".- Théodore Duret.

Un pequeño homenaje a un gran pintor impresionista: Auguste Renoir.

La noche era fría. El cielo estaba despejado y podían verse las estrellas perfectamente. Las luces de la residencia Labouré iban apagándose poco a poco.
Pero una permaneció encendida hasta altas horas de la madrugada.
Ana le daba vueltas y vueltas a una nota que había encontrado bajo la puerta de su habitación.
Rezaba: "Estáis en peligro."
Pero... ¿Quiénes? ¿Ella y su hermana? ¿Ella y las chicas? No sabía qué hacer...
Sus manos temblaban con aquel siniestro papel entre las manos.
Era un trozo de folio partido por la mitad, y las letras estaban escritas a tinta negra y con goterones. Como si hubiese sido escrita con una pluma antigua.
"¡Pero qué chorradas!" "Mañana se lo cuento a las chicas y algo haremos".

Apagó la luz e intentó dormirse.
Pero no lo consiguió.

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A la mañana siguiente, el sol brillaba de otra forma en la cama de Genaro. Se quedó mirando a la chica que lo acompañaba.
Todo comenzó un día normal, en una noche normal. Pero algo de ella le llamó la atención...
Se llamaba Lidia. Vivía en una residencia de estudiantes femenina, y en aquel momento, para Genaro, era la chica más divertida que existía.

Un día, la invitó a su casa para hacer una noche de 3 P: peli, pizza y palomitas. Y la cuarta P la dejarían para otra ocasión.
La cita transcurrió bastante bien, como si fueran los mejores amigos del mundo. Aunque sabían que acabaría siendo algo más.

Y así fue. En ese mismo instante ella dormía plácidamente al lado de Genaro, que se quedó embobado escaneando su cuerpo sin ropa alguna.
Y sonrió. Pero no sabía qué quería decir aquella sensación de bienestar que le producía Lidia. ¿Estaría enamorándose?
"¡Qué chorrada!" pensó, "¿yo? ¿con novia? ¿ahora? ¡No, gracias!"

Lidia emitió un gemido y se despertó. Miró a Genaro con brusquedad, como si no supiera dónde se encontraba. Había dormido estupendamente.
Se dieron un beso de buenos días... Un largo beso.
Un largo beso que acabó en un polvo de buenos días.

Lo que no sabían es que pululando por la casa ya había bastante gente. Javi y Monique estaban desayunando en la cocina, y no sintieron envidia al escucharlos porque ellos se acababan de levantar de hacer lo mismo.
La nueva pareja estaba muy a gusto en el piso de los chicos. Y ellos estaban también encantados, aunque, como era de esperar, echaban de menos a Pelayo.

Ross acababa de llegar de clase, y, al oír los ruidos extraños de la habitación de Genaro, puso cara de circunstancia a sus nuevos compañeros. Como queriéndoles decir que se fueran acostumbrando.

Lo que ya fue el colmo fue cuando se encontraron a Aleyt saliendo de la habitación de Nacho, despeinada, descalza y poniéndose el jersey.

Aquel día estaba siendo de lo más movidito.

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Sara iba tranquilamente hacia el office a hacerse un vaso de leche para merendar. Estaba de estudiar hasta las narices y necesitaba reponer fuerzas.
Su vida por fin había vuelto a la normalidad: con sus padres bien, habiendo superado ya lo de Pelayo y con sus estudios como única preocupación.

- Pst... ¡Sara!
Ana llamaba a su amiga desde su habitación.
Sara se giró y la miró extrañada. Notó a Ana nerviosa.
Entró en la habitación y vio como Ana cerró la puerta con llave a toda prisa.
- ¿Qué te pasa?- Pregunto Sara con relativa preocupación.
- ¿Has visto a alguien ahora o escuchado algo por el pasillo?
- No, ¿por qué? ¿qué te pasa?
- Mira...
Ana le enseñó a Sara el papelito que recibió la noche anterior. Y el que había recibido hacía escasos minutos.
- ¿Qué es esto?
- Alguien que me quiere, o, mejor dicho, nos quiere gastar una broma de mal gusto.
- Bah, no hagas caso.
- Bueno... No quiero darle importancia pero me está poniendo nerviosa. Seguro que ha sido ella...
- ¿Quién es ella?
- La tutti frutti.
- ¿Qué pasa con ella?
- ¿No te has enterado?
- No, cuenta.
- Pues resulta que la muy parda ayer ralló la puerta de una novata y le escribió PUTA en el marco.
- ¡¿Qué dices?! ¿Cómo sabes que ha sido ella?
- ¿Quién si no...?
- Joer no se, cualquiera.
- Algunas novatas del 4º dicen que la vieron. Además, a esa chica dice que la acosa desde hace tiempo. Está loca tía.
- No se... Pero vamos, no hagas caso a estos papeles anda... Y si mandan más pues ya haremos algo. ¿Se lo has dicho a éstas?
- No. Fui a contárselo a Carol y a Aleyt pero...

Ana paró en seco cuando alguien llamó a la puerta de su habitación. Era Carol.
- Mira lo que me han dejado debajo de la puerta.- Carol les enseñó un papel idéntico al primero que recibió Ana. El segundo rezaba: "lo digo en serio."
- No puede ser... - Ana casi se ahoga con el humo del cigarro.
- Voy a ver si en mi habitación han dejado algo.- Comentó Sara, que salió corriendo de la habitación.
- Vamos no me jodas jajaja.- Carol se lo tomaba a cachondeo.
- ¡Chicas!- Sara gritaba al fondo del pasillo.- ¡Yo también tengo mensajería secreta en el buzón Labouré! jajaja.
- A mi esto no me gusta nada.

Ante el revuelo del pasillo, Vic y Silvia salieron de sus habitaciones.
- ¿Qué os pasa?- Preguntó Vic.
- Mira...
Vic se quedó anonadada.
- Pensaba que me lo habíais metido vosotras...
- ¿De qué hablas Vic?- Preguntaba Carol.
- Nada, yo tengo un papelito como ese. Me lo encontré anoche.
- ¡Joder que fuerte jajaja!
- ¿Dónde están Aleyt y Louise? ¿Y a tí Silvia?
- Yo no he recibido nada de eso, ¿qué pone?
Silvia leyó los papeles y se extrañó de que ella no tuviese ninguno.
- Aleyt está en casa de Nacho, no tardará en llegar, y Louise se fue para casa.

Justo, al momento apareció Aleyt.
- ¡Élite! ¿Qué hacéis ahí?
- ¡¡¡¡COOOOOORRRRRREEEEE, AAAABRREEEEE LA PUERTAAAAAAAAAAAAAAAAA!!! - Gritó Carol abalanzándose sobre ella.
- ¿Eh? ¿Qué? ¿Qué pasa? ¡Suelta mi llave locaaaaaaa!
Carol empujó a Aleyt y abrió corriendo la puerta de la habitación.
Allí, en el suelo, otra de las sospechosas notas: "Vete de aquí. Estáis en peligro."
Carol la agarró rápido.

- ¿Otra? - Preguntó Vic muy serena a comparación con el nerviosismo general.
- Sí. Vamos dentro.
- ¿Me vais a explicar que está pasando?- Dijo Aleyt con un mosqueo alucinante.

Carol y Ana se lo explicaron y Aleyt se quedó pensativa. No entendía nada.
- ¿Y decís que a Silvia nada? ¿Y que es la Tutti Frutti?
- Sí... Es ella fijo, ¿tú sabes lo de la novata no?
- Sí, sí claro. Pero eso no tiene nada que ver, puede haber sido cualquiera.
- ¿Qué hacemos?
Antes de que pudieran responder, alguien llamaba de forma rápida y fuerte a la puerta de la 514. Era Silvia.

- Chicas, no me digáis cómo, pero me acaban de pasar esto por debajo de la puerta. Abrí corriendo, y no vi a nadie...

domingo, 24 de octubre de 2010

TIRED. CHAPTER XI. ¿QUÉ ESTÁ PASANDO EN LABOURÉ?


"Juventud... ¿divino tesoro?"

El frío volvía a apoderarse de los cuerpos de la mayoría de los transeúntes de la ciudad.

Y no había mejor forma de combatir el frío que una que todo el mundo ya sabe...

Aleyt se vestía mientras Nacho la retenía con los brazos. Pero tenía que volver a la residencia, ya había estado demasiado tiempo fuera y las obligaciones universitarias eran sagradas.

- Jo... No te vayas.

- Ay Nacho yo no me quiero ir...

- Bueno, si quieres te acompaño un poco hasta la resi.

- No, no. Que tienes que ir a ensayar al coro y vas a llegar tarde por mi culpa.

- Vale... Como quieras.

La chica salió de la habitación dispuesta a salir por la puerta. Dio un beso a Nacho, pero alguien la interrumpió antes de que marchara.

- ¡Aleyt!

Era la voz de Ross.

- Hola Ross, ¿qué tal?

- Bien.

- Oye... ¿vas para la residencia?

- Sí.

- Bueno, me voy contigo, yo es que voy a clase. Y así hablamos...

Nacho miró a Ross con cara de extrañeza. Y Aleyt se puso nerviosa. Sabía que el tema iba a ser Silvia. Y Nacho notó los nervios de la muchacha que, como siempre, estaba metida en un berenjenal del que estaba deseando salir.

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Mario no paraba de llamar al teléfono de Louise una y otra vez, y una y otra vez. Pero ésta hacía caso omiso a las llamadas del chico.

Estaba en tren que la llevaba por enésima vez a casa. Y mientras miraba por la ventana el espléndido paisaje cántabro, pensó en todos los momentos buenos que había pasado con Mario.

Sonrió al recordar que le había prometido que se casaría con él, y que tendrían una casa. Y niños... ¿Qué derecho tenía ella a tirar por la borda todo el tiempo que habían estado juntos? ¿Por qué se estaba haciendo ese daño?

Siguió pensando, pero todo apuntaba a que estaba cometiendo un grave error, así que, sin más, escribió un te quiero con mayúsculas en un mensaje destinado al hombre de su vida.

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Ross y Aleyt caminaron callados por las calles de Valladolid, dando un pequeño rodeo. Ross no sabía como empezar, así que la pregunta fue directa:

- ¿Cómo está Silvia?

Aleyt miró a Ross, pero apartó la vista enseguida, pues no quería mirarle a los ojos. De ese modo le hubiese dicho algo ofensivo.

- Ross..., déjalo.

- No Aleyt, yo pensaba que ella estaba bien, pero no lo está. Y todos pensáis lo que no es, yo no soy como creéis.

- ¿Entonces por qué la dejaste así, sin más, después de haber estado todo el puente mandándole mensajitos, acompañándola a la resi, quedándo con ella...?

- Para Aleyt para, las cosas no son como parecen...

- Pues explícamelo, o mejor, deberías de explicárselo a ella.

Se pararon en seco en una calle no muy transitada.

- Aleyt, yo no he dejado a Silvia por nada... Me lo he pasado muy bien con ella, pero... Es complicado de explicar. Yo no puedo prestarle la atención que ella se merece, tengo unos estudios con los que cumplir, unas metas que alcanzar y si me enamorase de ella no podría cumplirlas. Te admiro porque tú sí puedes y a Nacho lo puedes atender, pero yo soy incapaz de hacer eso con Silvia, y sé que lo pasaríamos fatal los dos. Se que suena como una excusa barata y fácil de poner, pero lo que todos habéis visto es que yo me he divertido a costa de ella y cuando me he cansado la he mandado a la mierda, pero no os habéis parado a pensar en cómo soy yo porque no me conocéis. Además, ¿y si no llegase a enamorarme de ella? Yo no lo estaba todavía, empezamos a salir y vosotros, todos los que me rodeáis fuisteis los que os pensasteis cosas que no eran... Y se lo decíais a ella. Si la hubieseis dejado pensar por ella misma, no habría pasado esto. La gente se mete siempre donde no la llaman y eso afecta y condiciona las relaciones humanas. Deberíais de habernos dejado sin preocuparos y sin hablar sobre cosas que no tenéis ni idea. Y también especuláis sobre si Vic me sigue gustando, o no... De verdad, parad, no sabéis el daño que hace que te juzguen sin conocerte... La gente debería de dedicarse a sus asuntos y dejar a los demás en paz, ¿no crees?

Aleyt estaba mirando a Ross con los ojos muy abiertos.

Llevaba razón, llevaba razón en todo. No tenía nada que echarle en cara ni nada más que decirle.

Solo pudo avergonzarse y decirle que lo sentía muchísimo.