miércoles, 1 de septiembre de 2010

TIRED. CHAPTER IX. VACACIONES.

"El mayor esfuerzo de la amistad no es mostrar nuestros defectos al amigo, sino hacerle ver los suyos".- George Sand.

Ana se levantaba temprano aquella mañana de Agosto. No había dormido nada por los nervios del viaje. Los ojos se le cerraban, pero aún así su corazón latía más deprisa de lo normal. Su madre irrumpió en su habitación apurándola para que se vistiese mientras arrastraba su maleta hacia la puerta de entrada.
Desayunó una taza de café con leche y se dispuso a marchar hacia la estación de Ávila. La próxima semana sería su última semana de vacaciones. Después tendría que ponerse a estudiar como una loca para las recuperaciones.
El tren salió hacia Madrid puntualmente... Y le esperaba una hora y media interminable...

Una situación parecida se vivía en dos ciudades más: León y Aranda de Duero...

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- ¡Louise! ¡Date prisa! ¡Vamos a perder el avión!- Mario se desesperaba con la lentitud de su novia.
- Ya voy, pesado. Ya voy. Si con lo que corres con el coche no te preocupes que llegaremos a tiempo...
Louise se despidió de sus padres y subió, nerviosa, al coche de Mario. Era el primer viaje al extranjero que hacía con él... ¡Y de gratis! Gastos pagados por los padres del chico...

La mañana en Santander era fresca y había algo de niebla. Mientras Mario conducía, Louise apoyó la cabeza en la ventanilla del copiloto y se apenó por no poder estar con las chicas en Alicante. Pero la esperaba una ciudad mágica en Italia... Y con la persona a la que quería.
Miró a Mario de reojo.
Y sonrió.

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- ¡¡¡¡ÉLITEEEEEEEEE!!!!
La voz de Sara retumbó en una estación de Chamartín repletísima de gente que se quedó mirando a la joven que gritaba.
Allí, en una sala de espera de una típica estación de Madrid se reencontraban después de un mes tres amigas que habían compartido experiencias únicas durante un año...
Se abrazaron y se contaron como había ido el verano mientras esperaban al tren que las llevaría a Alicante.

Aleyt iba en el coche con su madre cuando recibió una llamada de Carol.
- ¡Aleyt! ¿Dónde estás?
- De camino a Alicante para recogeros jaja. ¿Y vosotras? ¿No llegabais a las 16.00?
- Sí, sí. Vamos por Almansa city, vaya pueblo guapo que tienes... Jajaja.
- ¡Qué te jodan Cazurra! Jajaja. Bueno enseguida os veo. Idos a la puerta principal de la estación ¿ok?
- ¡Vale! ¡Hasta lueguín!

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El avión despegó puntualmente y sin ningún problema.
- ¿En qué piensas?
- ¿Eh? ¡Ah! Nada...
- Louise... ¿Te pasa algo?
- No, no Mario... Es que los aviones me ponen de los nervios jeje.
- Ven aquí, que conmigo sabes que nunca te va a pasar nada... - Mario la abrazó con cariño y ambos se quedaron durmiendo hasta que la voz de una azafata los despertó.
La chica quería comprobar que tenían los cinturones de seguridad abrochados. En diez minutos aterrizarían en el aeropuerto italiano.
- ¿Sigues pensando en Vic?
- Sí... Y las chicas también...
- Es complicada la situación pero... No podemos hacer nada. Disfruta de las vacaciones conmigo.
Louise esbozó una sonrisa ladeada y se tranquilizó.

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- ¡Carol!
Y Carol no respondía.
- ¡Ana!
Y Ana no respondía.
- ¡Sara!
Y Sara tampoco hacía caso.
Aleyt se estaba dejando la voz desde donde su madre pudo parar el coche, no por mucho tiempo... No podía cruzar en ese momento porque corría el riesgo de ser atropellada... Y perdió los nervios:
- ¡Élite! ¡Putacas! ¡Empanás! ¡Sordas!
Y a esta llamada sí que acudieron.
Rápidamente metieron los bártulos en el coche de Aleyt y subieron en la parte de atrás. Carol no pudo remediar mirar a Aleyt de forma extraña cuando vio la rasta que llevaba en el pelo. Los saludos y besos se los dieron cuando llegaron al apartamento que Aleyt tenía en la playa de San Juan.
Tras descargar el coche subieron al pequeño piso. Las vistas desde el balcón eran preciosas, el mar se divisaba de un azul intenso y la arena se fundía con él. Se instalaron en la habitación de Aleyt Sara y Ana, en la de la madre de Aleyt Carol y Silvia (que llegaría después) y en el sofá-cama dormiría Aleyt.
La madre de Aleyt tenía algo de prisa por irse, así que, mientras esperaban a que Silvia llegase con sus padres fueron a hacer la compra a Mercadona, para no variar. Cuando estaban esperando en la cola para pagar todo lo que habían echado al carrito, a Ana se le iluminaron los ojos y, como hipnotizada, caminó mirando las botellas de tinto de verano...
- Aleyt... ¿Cogemos una para cada una?
- ¿Bebemos hoy?
- ¡Hoy! ¡Y mañana, y pasado!
- Uff...
Ana le guiñó un ojo...
- ¡Venga vale sí!

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La habitación del hotel que escogió Mario era más confortable de lo que parecía en el folleto, justo en la Piazza delle Erbe.
Estaban cansados, y Louise se tumbó en la cama con la cara girada hacia el balcón. La ciudad de Verona se extendía hasta donde la vista no alcanzaba, y estaba deseando callejear por sus plazas, palacios,... ¡Ah! Y visitar el balcón de Romeo y Julieta...
Mario se tumbó a su lado y la rodeó por la cintura. La besó y le susurró al oído:
- No me imagino estar en una ciudad así con una persona que no seas tú, te quiero.
Y entre las sábanas... Pasó lo que tenía que pasar.

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El apartamento de Aleyt era un caos... Mientras Ana, Sara y ella descargaban las bolsas de la compra, Carol acompañó a la madre de Aleyt a recoger a Silvia, a la que habían llevado sus padres. Silvia estaba pasando unos días con su familia en Peñíscola.
Cuando ya estuvieron todas, se pusieron los bikinis y bajaron a la playa con nada más que la toalla, las botellas de tinto... ¡Y las llaves!
Estaba ya anocheciendo y las chicas se dieron un baño. Tras secarse, jugaron a las cartas entre risas y tinto de verano...
Tantas risas y tanto tinto de verano que casi no se podían levantar, e, inteligentes, pensaron que quizá la borrachera se les pasaría con un bañito en el mar.
Parece que la borrachera aumentó cuando se vio volar la primera parte de arriba de uno de los bikinis, y luego la parte de abajo...
- ¡Ana! ¿Qué haces?- Preguntó Carol en un idioma extraño.
- Eeee, probadlo... Desnuda se nada mejor.
- ¡Claaaro! Vosotras que teneis tetas jaja.- Dijo Sara tapándose el pecho.
- ¡Ni tetas ni tetos! ¡Fuera bikinis!- Gritó Silvia.
Aleyt se acercó a Silvia con la botella de tinto de verano.
- ¿Le echamos agua del mar y le decimos a Carol que beba? Jajajaja.

Y así sucedió.

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En el norte de Italia, una situación nada parecida se daba. La pareja cántabra cenaba en un restaurante italiano entre risas y lambrusco. Louise estaba guapísima aquella noche y Mario la miraba con dulzura.
El camarero les dejó la cuenta en la mesa, y junto a ella, un folleto informativo sobre un nuevo museo que habían terminado de restaurar. En él había réplicas exactas de esculturas de Miguel Ángel, Donatello, y un montón de artistas más que encantaban a Louise. También había una exposición de fotos y una sala de restauración.
- Mañana podríamos ir a ver esto...
- Claro que sí. Como tú quieras.
- ¿Nos vamos ya a dormir y mañana nos levantamos temprano?
- ¿No te apetece una copa?
- Mmm... Que sean dos.

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Las cinco amigas llegaban llenas de arena a la urbanización del apartamento. Antes de subir tenían que quitarse la arena en la piscina... Pero ya era muy de noche para andar armando escándalo. "Sigilosamente", o al menos eso intentaron, se metieron al agua. La cosa iba bien hasta que Carol vio en uno de los balcones un cartel de "SE VENDE" y empezó a preguntar a voces al propietario algo obvio: "¡¡¡¡VENDES EL PISO????"
Así rompió Carol el silencio de la noche.

Subieron al apartamento a cenar algo antes de salir, a pesar de que estaba muy cansadas... Y muy borrachas.
Hicieron algo rico y sencillo: pizzas de hacendado. Mientras Ana las preparaba, Aleyt y Carol se sentaron en el balcón.
- Bueno ¿y con Nacho cómo te lo pasaste aquí?- Preguntó Carol.
- Uff... ¿Tú qué crees?
- ¡Todo el día follando no?
- Más o menos... Bueno, haciendo el amor, porque fue bonito, como dice Ana jaja.
- ¡Es que lo mío con Joan fue bonito!- Replicó desde la cocina.
- ¡Hey! Ahora lo cuentas, Aleyt.- Protestó Silvia.- ¿Dónde te lo tiraste?
- Joder tías... Pues... En la playa... Aquí en la ducha, en el sofá, en la cocina...
- ¡TÍA NO ME JODAS!- Dijo Ana soltando la puerta del horno con cara de asco.
Todas las demás se rieron ante el comentario.
- Tranquila que no manchamos nada...- Aclaró Aleyt.
- Gracias por el detalle... - Ana seguía con su cara de asco.
- ¡Ah chicas!- Dijo Silvia desde la habitación.- Yo también tengo que contar...
- A ver...
- Ya no soy virgen.
- ¡Hala! ¿Qué tal con Gerardo?
- No fue con Gerardo.
Aleyt y Carol se miraron con extrañeza.
- Fue con mi ex, que tiene novia. Y Gerardo no sabe nada.

Después de cenar salieron a tomar algo a un chill-out que había en la playa. Les cobraron 7€ por cada selva tropical que se pidieron, o mejor dicho, por cada mojito lleno de hierbajos...
Las sillas del lugar eran muy peculiares. Estaban a ras del suelo y con poco que te movieras se volcaban hacia un lado... Fue muy divertido cuando unos chicos andaluces que tenían al lado le pidieron a Ana que les hiciera una foto y se volcó de la silla al ir a coger la cámara. Bueno, el que le dio la camara también repitió la operación.
No estuvieron mucho más por allí y pronto se fueron a dormir...

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Un rayo de sol iluminó el cuerpo desnudo de Mario. Y despertó a Louise. Ella estaba despeinada, con los ojos entrecerrados, pero sin poder dejar de mirar a su dios griego.
Le dio un tímido beso y le susurró que ya era hora de levantarse. Mario gruñó y Louise empezó a moverlo hasta que se despertó.
Se vistieron, desayunaron y fueron a ver Verona.
El museo recién restaurado estaba a la vuelta de la Piazza delle Erbe, justo donde tenían el hotel. Compraron la entrada para todas las salas y Louise disfrutó más que nunca.
Comenzaron por las réplicas del S.XVI de patricios romanos, y finalizaron por las copias de Miguel Ángel.
Mario no estaba muy entusiasmado con aquello, pero le bastaba con ver los ojos brillantes de felicidad de Louise.

Mientras ella escuchaba la explicación de una restauradora, que hablaba sobre el David de Donatello, Mario se dirigió a una sala anexa, moderna, blanca inmaculada, de la que colgaban enormes lienzos.
Eran fotografías de mujeres de los años 50, o eso parecía... Mujeres ataviadas con collares de perlas, en casas lujosas, con coches de millones de dólares... Mujeres felices.
Y en otra sala, pintada en negro y con cristales rotos colgando, mujeres desnudas echas un ovillo, ensangrentadas, sufriendo... "¡Dios!" se dijo Mario... "parece que sufren de verdad".
Salió de aquella sala con un escalofrío recorriendo su cuerpo... Y se dio cuenta de que la chica de las fotos era la misma en todas ellas...
Y se dio cuenta de que aquella cara le resultaba familiar...
Muy familiar...

- ¡Louise! ¡He encontrado a Vic!

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