miércoles, 12 de mayo de 2010

TIRED. CHAPTER II. CONOCIÉNDOSE.

Silvia y Louise iban en el tren para casa. Las esperaba un fin de semana familiar. Louise estaba deseando llegar para bajar del tren y encontrarse con Mario.
La chica iba con mala cara y Silvia se percató de ello. Le preguntó qué le ocurría.
- ¿Qué te pasa Louise? Te veo muy seria.- Preguntó Silvia preocupada.
- Nada, este tren me está matando y aún quedan dos horas...
- No me convences jaja.
- Ni que me conocieses mucho...
- Jolín, no seas borde, ¿es por lo del coro? ¿Qué pasó que no me enteré?
- Pues nada que son estúpidas... No puedo con ellas. Al principio todo bien, pero ahora es que me ponen de los nervios. Siempre hay que hacer lo que ellas digan.
- La verdad es que sí... Y todo será porque somos nuevas, pero si esto es un grupo, es un grupo y punto.- Protestó Silvia.
- Bueno me da igual, ya veremos si voy al festival de navidad...
- Sí mujer, no nos dejes solas. ¿Pero por qué cambiaron todo?

Louise se lo explicó a Silvia. Se econtraban aquel día decidiendo qué canción querrían cantar en el festival de navidad. La primera opción fue cantar "Léeme la mano gitana", hacer una coreografía etc. El coro de Labouré no era demasiado numeroso. De hecho, llamaron a dos personas más que fueron en nombre de la residencia Felipe II. Una de las dos era Nacho.
El grupo lo componían básicamente Ajo, BH, Aleyt, Ofelia, Sara, Louise, Silvia, Noe y Margarita junto con algunas chicas más, yo entre ellas. Ésta última junto con Ajo y BH parecían llevar la voz cantante, nunca mejor dicho, de todos los movimientos del coro. Expusieron lo que se haría sin apenas contar con la opinión de las demás, pero siempre quedaban bien, excusándose en que eran las "novatas" las que no hablaban. Tampoco les daban esa opción.
- ... y nada, estaba yo en la habitación fumando con Aleyt y se me ocurrió poner la canción de ¡Oh Happy day! Y después, nos quedamos las dos pensando si sería posible cantarla como en la película, hacer unas túnicas graciosas en plan coro gosspel y todo eso. Incluso se nos ocurrió soltarle la melena a Nacho y que hiciera de director a lo Whoppi Goldberg jajajaja.
- Jajaja. Por cierto, ¿sabes que Nacho se lió con Aleyt?
- ¡No! ¡Qué fuerte! ¡No me lo ha contado! Ya la pillaré por la resi...
- Bueno sí, sigue...
- Eso... ¿por dónde me quedé?
- Por lo de soltarle a Nacho la melena.
- Vale... Pues nada, lo propusimos el día que tú no estabas. Y Nacho y yo con Sara nos empezamos a mover y tal. Perdí un montón de tiempo buscando partituras para arriba y para abajo. Y estábamos en la sala del piano decidiendo quién sería soprano, contralto, etc., y nada todo estaba bien hasta que bajamos a cenar. En la cena las pavas éstas comentaron que era muy difícil y tal y cual y al subir para seguir ensayando dijeron que no. Bueno, Ajo dijo que no.
- ¡Hala! Pero ¿es realmente muy complicado?
- Sí un poco. Pero yo en menos tiempo he cantado cosas igual de complicadas. Imposible no es Silvia, pero es que les gusta tocar las narices. Sólo piensan en ellas y yo estoy harta de aguantarlas. Y encima se rieron de mí el otro día en la misa... ¡Que las jodan!
- Entonces... ¿al final es el teatro ese con la canción de la gitana?
- Sí... A ver como sale. También casi tuve movida con Ofe porque me querían cambiar el papel del teatro y por ahí no paso...
- Bueno tú tranquila que esto es solo para pasarlo bien.
- Ya pero es que me quema que no piensen en los demás. Son ellas, ellas y ellas...
- ¿Y Aleyt y Sara qué dicen?
- Pues nada qué van a decir... Yo soy muy amiga de Aleyt, pero con ellas no me pienso ir más, lo siento mucho por ella.
- Haces bien... Ese grupo no va a acabar bien.

La hora y media que les quedaba se les hizo eterna, pero por fin llegaron a la estación de Santander. Silvia se despidió de Louise y se marchó con su hermana que había ido a recogerla.
Louise se quedó esperando a que apareciese Mario.
Pasaron 15 minutos, y el chico no daba señales de vida, ni siquiera por teléfono. Louise empezaba a preocuparse...
Al no saber nada de él, cogió un tren de cercanías hacia su casa. No había nadie. Se tumbó en la cama con el corazón encogido esperando la llamada de su novio. Después de tres interminables horas, sin haber cenado y bien entrada la noche, sonó el timbre.
Louise abrió la puerta y todos sus miedos se esfumaron. Se lanzó al cuello del muchacho sin percatarse de que llevaba escayolado el brazo izquierdo.

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