lunes, 7 de junio de 2010

TIRED. CHAPTER V. LOS VIAJES.

"El Camino de Santiago es una mezcla de momentos... todos diferentes. Un día rozas el cielo. Y al día siguiente te duelen los huesos".- Anónimo (peregrino francés).

No todos los fines de semana fueron iguales que aquel. La mañana era fría, pero dentro de la residencia Labouré se respiraba un ambiente cálido y mucho movimiento.
Era las 07.00 de la mañana. Aleyt salía de su habitación con un macuto verde y una mochila gris. La cara era de sueño, pero llevaba una sonrisa de oreja a oreja. "¡Mierda! ¡El ron!" Le fastidió tener que girar otra vez la llave, pero merecería la pena coger a aquella botella. Sino podría haber peligrado su vida ante la ira de Vic.
Bajó a desayunar y se encontró con las demás chicas que se iban con ella también.
Tras una espera no muy larga, subieron al autobús.
- ¿¡Alguien no me ha dado la llave?!- S.I. hizo la pregunta con angustia y su voz resonó en todo el autobús.- ¿¡Falta alguna que no me la haya dado?!
- A ver quién es la lista que no le ha devuelto la llave a la pobre monja.- Dijo Silvia.
- Pues no se, alguna pardilla. Miraos los bolsillos a ver...
Todas las chicas se empezaron a mirar en las chaquetas por si, en un despiste, se la habían llevado.
Apareció.
- Esto...
Aleyt miró a Silvia con extrañeza.
- ¿No me digas que es la tuya, Silvia?- Preguntó Aleyt a punto de estallar de la risa.
- Sí...
- ¡La madre que la parió! ¡Es que lo sabía! jajaja.- Gritó Louise con fuerza.
Después de haber encontrado a la ladrona de llaves, Paco, el señor autobusero, partió hacia el norte. Ni cinco minutos habían pasado cuando S.T. empezó a rezar y a cantar canciones no muy agradables al oído humano, sobre todo a esas horas de la mañana.
Ana sacó todo su instinto asesino y quería matar a la monja, pero Louise consiguió que se pusiera los cascos del iPod y escuchase a Rihanna mientras se intentaban dormir. Carol, Vic y Sara no tardaron en hacerlo. Aleyt se puso su mp4 y se evadió en su mundo, mientras que Silvia... hacía algo que no estaba claro...
- ¿Qué haces, Sil?- Preguntó Aleyt entre bostezos.
- Opero.- Contestó Silvia sin levantar la vista de la Nintendo.
- ¿Operas?
- ¡¿Quién está operando?!- Preguntó Sara.
- Yo. Opero con la Nintendo. ¿Quieres operar, médica? ¡Mierda! Se me ha muerto el paciente...
- Joder cada vez sacan juegos más estúpidos.- Dijo Ana medio dormida.
- Solo se trata de tener pulso.- Silvia seguía a su bola.
Pasaron Ponferrada, la ciudad de Vic. S.T., que amaba los micrófonos, informó, por si alguien no lo sabía, de que Vic era de allí. A esta le dieron ganas de tirarle el almohadón con forma de corazón de Louise a la cabeza.

Pararon a descansar un poco. Llevaban ya mucho trayecto en el bús y necesitaban estirar las piernas. Se les acercó una de las empleadas de la residencia, Inés, a la que adoraban, con una enorme caja llena de bollos de leche con crema, chocolatinas y zumos de piña. Cogieron uno cada una y lo comieron en un rincón donde daba el sol. Estaban ya en Galicia, pero les quedaban unas horas hasta llegar al Monte Do Gozo.
Continuaron esas horas más de viaje entre risas, los chistes de la "monja-hombre" y fotos...
- Por favor, es que mira que manos más bonicas tiene Silvia...- Dijo Aleyt en medio de una conversación un tanto absurda.
- ¿Bonicas? ¡Si parecen un muestrario de pollas! Míralas, los dedos son cortos y regordetes.
La parte de atrás del autobús estalló en unas risas incontroladas que duraron más de cinco minutos, sobre todo por la seriedad con que Silvia había hecho el comentario.

Llegaron al Monte Do Gozo por fin. A la derecha se divisaban las torres de la catedral de Santiago. El tiempo empezaba a ser el típico de Galicia: algo de frío y nublado, con amenaza de llovizna. Comieron unos bocadillos que les habían preparado en la residencia y esperaron largo rato a que se hiciera la hora de bajar andando hasta Santiago. Durante la espera, se juntaron con otro grupo de chicas de la misma residencia y no pararon de hacer bromas (una de ellas intentó hacer una carrera de pelos).
Ya se oía al fondo de aquel solitario paraje la voz de S.T. que ordenaba caminar hasta la Plaza del Obradoiro. Bajaron animadamente, entre canciones odiosas, callejeando por la ciudad, hasta llegar a la Plaza de Quintana, a la espalda de la fachada principal de la catedral.
El ambiente que se respiraba era un ambiente diferente al de otras ciudades. Era como haber retrocedido al S.XII... Se escuchaba a los peregrinos hablar, la música de la gaita, el correr del agua de la fuente...
Les sellaron las credenciales y entraron a dar el abrazo al Santo. Louise y Aleyt caminaban por las naves laterales charlando y fueron a echar un vistazo al Pórtico de la Gloria, todavía en obras.
- Bueno vamos fuera ya a echar unas fotillos ¿no?- Propuso Sara.
Al salir, la plaza estaba abarrotada y consiguieron hacerse unas cuantas fotos antes de perderse por las calles de Santiago buscando el albergue. En el trayecto tuvieron varias apariciones...
- Bueno sí, y como te comentaba... ¡¡¡Joder!!! ¡¡¡Santiago!!!- Louise iba charlando con una de sus amigas y, al girarse, se topó con un hombre que iba disfrazado de Santiago Apóstol. "Mira siempre hacia delante", le aconsejó.
- ¡Mira Carol! ¡Los de LaSexta! ¡Ehh, que nosotras somos un proyecto de periodistas!- Gritó Aleyt sin vergüenza. Estos les aconsejaron que siguiesen con su carrera que les iba a encantar.
Más tarde se encontraron en el camino con Lord Voldemort... Bueno, con tres Voldemorts, cada uno de un tamaño diferente.
Por fin localizaron el albergue. No estaba tan lejos de la catedral. Cogieron sus equipajes del autobús y se dirigieron a las habitaciones. Durmieron Louise y Aleyt en una, Sara y Silvia en la de al lado y por último Vic, Ana y Carol.
- ¡Mira tía! Están haciendo Harry Potter.- Le dijo Louise a Aleyt que estaba tumbada en la cama.
- Ah sí... Pues Voldemort anda por Santiago jajaja.
Ana irrumpió en la habitación.
- Bueno ¿qué? ¿Nos vamos a merendar y a hacer un poco el tonto por ahí?
- Me mola tu plan, jefa.
- ¡Ah! ¡Importante! ¡El botellón!
- ¡Que sí jodida borracha! Vamos...- Gritó Carol desde el pasillo.
Salieron del albergue y se dirijieron a la parte antigua de la ciudad. Vieron tiendas, escaparates y se mezclaron con el bullicio de aquella extraña ciudad. Encontraron una pequeña cafetería y, como tenían hambre, merendaron algo caliente. Entre tartas de Santiago con nata, churros, chocolate, cafés, etc., imitaban el acento gallego de las personas que había a su alrededor. Aleyt estaba preocupada por si las oían, pero las demás de reían a carcajadas. En realidad sí que tenía su gracia.
- ¡Aleyt! Haznos una foto aquí en el puente este.- Pidió Vic.
Aleyt intentó sacarla lo mejor posible.
No fue la única foto. Encontraron unos enormes árboles que tenían flores de color fucsia. Cogieron una cada una y se las plantaron en el pelo para hacerse más fotos. Caminaron despacio durante un rato por un parque alargado.

Ya anochecía y fueron hacia la catedral para verla iluminada. En la plaza no había casi nadie, tan solo ellas y un equipo de cámaras de TV Española y Antena3.
Se preguntaron para qué sería todo aquello.
Siguieron con su reportaje fotográfico tiradas en el suelo, posando de una forma, de otra... Hasta que miraron el reloj y, si no se daban prisa, llegarían tardísimo a la cena. Corrieron por el lateral izquierdo de la catedral, en el que había un gaitero rodeado de gente.
Se fijaron en una tienda pequeña en uno de los soportales y compraron algo de bebida para animar la noche.
Al llegar al albergue, las esperaba la monja para indicarles dónde ir a cenar. Se sentaron las siete amigas en una mesa y entre risas, comentarios, el pollo, etc., el vino les jugó una mala pasada.
La noche no empezaba mal.

CONTINUARÁ...

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