domingo, 20 de junio de 2010

TIRED. CHAPTER VII. TODO SE COMPLICA.


Las lágrimas no piden perdón, lo merecen.- Guillermo de Ockam.


Aleyt salió de su casa una mañana ya calurosa, de las que le gustaban a ella en el mes de mayo. Se dirigió a casa de su abuela y, tras saludarla, cogió su bici azul y pedaleó hasta la parte alta del pueblo, siguió por el polígono industrial, y se desvió por un camino con una señal que rezaba "Viveros Floresta". Hacía mucho tiempo que no visitaba los viveros de la abuela de Momo.

Estaban en un lugar privilegiado y siempre se dijo que sus jardines eran los más bonitos de Almansa.

Apareció frente a ella la puerta de hierro negro, y llamó al timbre. No se hizo esperar la reacción de Carmen, la madre de Momo, que se alegró mucho de verla por allí.

Indicó a Aleyt donde estaba Momo, pues aquellos parajes donde ella había pasado horas y horas cuando era pequeña habían cambiado mucho.

- ... sigue por el camino de piedras y, al pasar los cuatro primeros viveros, donde las plantaciones de margaritas, está Momo. No se qué hace. ¿Todo bien, Aleyt?

- Sí Carmen, gracias.

- Si necesitais algo me llamais, estaré aquí toda la mañana.

- Vale, gracias otra vez.

Aleyt siguió las indicaciones de Carmen y pasó los cuatro viveros. El aire que se respiraba era puro y fresco, y los enormes pinos daban una sombra increíble. A lo lejos distinguió el moño de Momo, que se perdía en la espesura de los campos de margaritas.

La rimbombante Momo, con su bata blanca mancha de pintura, su pelo mal recogido y su ropa estrambótica, miró de reojo a su amiga, que se acercaba lentamente. Y Momo sabía que algo malo había pasado...

- Que extraño verte por aquí...- Dijo Momo sin despegar la mirada de su lienzo. Estaba muy entretenida pintando algo y a Aleyt no le gustaba molestarla en esas ocasiones.

- ¿Qué dibujas, pequeña flor?- Preguntó Aleyt cariñosamente a su amiga del alma.

- Tu estado de ánimo...- Ahora sí despegó la mirada del lienzo. Dejó la paleta y el pincel, y le dio un fuerte abrazo a Aleyt.- Vi tu mensaje... No puedo creerlo Aleyt, ¿cómo estás?

- Digamos que habrá que superarlo, pero se me hace imposible no pensar en Nacho. Se me clava su mirada una y otra vez, y una y otra vez...

- Bueno... A mí también me ha dejado Coco.

- ¿Qué? ¿En serio?

- Sí... Lo ha hecho. No quiere volver a verme.

- ¿Y eso?

- ¡Qué más da! Has venido a hablar de lo tuyo Aleyt. Lo mío no tiene solución... Lo tuyo sí.

- Ah no Momo, nunca lo voy a perdonar. De hecho... Me he planteado cambiar de ciudad.

- ¿Que no lo vas a perdonar? Valiente estupidez Aleyt...

- ¿Momo? Pero ¿cómo quieres que lo perdone? ¿Sabes el daño que me ha hecho? Y lo hizo con la persona que peor me cae de todo Valladolid...

- Nacho... Me ha llamado esta mañana.

- ¿Qué? ¿Y que te ha dicho?

Momo explicó a Aleyt todo lo que el muchacho le había dicho. No sabe por qué, pero lo creía... Sabía que no lo hizo porque sintiera nada por Aelo. Fue una tonta confusión.


Aelo estaba mal, no estaba contenta ni con su vida, ni consigo misma, y lo único que la hacía feliz era hacer daño a los que estaban a su alrededor. Nunca le gustó Nacho, pero sabía que Aleyt se lo había arrebatado. Antes, Nacho, y los demás, estaban para su disposición cuando ella quería, ahora no. Y conociendo a Aleyt lo poco que la conocía, sabía que solo podría apartarla del lado de Nacho de aquella cruel forma. Pero todo le había salido mal... Nacho no quería volver a verla.

- Bueno Aleyt, ¿quieres unos hierbajos como dices tú? Para calmarte te vendrá bien.

- ¿Ahora?

- E... Sí, sí, ahora.

Aleyt vio de repente nerviosa a su amiga, que desapareció entre los viveros hacia la casa de su abuela, en la otra parte de la parcela.


Nacho avanzó por donde le había indicado la madre de Momo.

Casualidades de la vida...

Llegó a Almansa y trató de encontrar la casa de Aleyt. Se acordaba a duras pena de cómo llegar, pero se encontró con su "suegra" que salía de una farmacia.

- Alejandra...

- ¿Nacho? ¿Qué haces aquí?- Dijo la madre de Aleyt, extrañadísima, dándole un par de besos.

- Estoy buscando a Aleyt, necesito hablar con ella...

- ¿Ha pasado algo?

Nacho no le contó toda la verdad a Alejandra. Ella solo pensó que se habían enfadado, pero un enfado tonto. Y Nacho le siguió la corriente.

Lo llevó hasta donde se encontraba Aleyt, en los Viveros Floresta. Y Nacho le dio las gracias por las molestias.

Alejandra se alejó confusa de allí, pero se le olvidó a los cinco minutos.


Poco a poco se acercaba a Aleyt.

Ella estaba sentada de espaldas, mostrando su melena rizada. Ni el perfume más puro de todas las flores que había en aquel lugar pudieron competir con el que desprendía Aleyt. A Nacho le llegó hasta lo más profundo de su corazón, y este comenzó a latir más y más fuerte.

Se le hizo un nudo en la garganta.

- No se cómo pedirte perdón...

Aleyt se giró sobresaltada y se quedó boquiabierta cuando vio allí a Nacho.

Nacho... El chico del que estaba locamente enamorada, y el chico que más daño le había hecho en toda su vida...

- ¿Qué haces aquí?- Aleyt clavó sus ojos verdes en los de Nacho para que él se diera cuenta del profundo sufrimiento que le estaba causando, pero él vio en esos ojos el amor de Aleyt hacia él. Nunca pudo hacerse la dura...

- Yo... Aleyt. Necesito que me escuches. Lo siento.

- ¿Crees que por venir aquí y decirme que lo sientes se van a arreglar las cosas?- Aleyt miró hacia la nada mientras hablaba.- Tú eres el causante de que yo esté aquí... Tú me has engañado, me has traicionado. Y lo peor es que lo sabía. Desde que conocí a esa arpía lo supe. Y no te lo dije por respeto hacia ti, porque era tu amiga y nunca quise ponerte en su contra, pero ¿te paraste a pensar alguna vez cómo me sentía yo cuando no paraba de pincharme mientras estaba contigo? No... De eso nunca te dabas cuenta. Al igual que no te diste cuenta el día que yo estaba mal y apareció ella y salí llorando de tu casa... No... De eso nunca te percataste. Pues a veces una relación se trata de eso, de empatizar con la otra persona, de saber en cada momento lo que siente y lo que piensa. Pero para eso se necesita otro grado de atención o preocupación. Cuando tú estás mal yo lo se. ¿Qué crees?¿Que no me doy cuenta de que estás fatal? ¿Que te sientes culpable por lo que me has hecho? Lo sé, claro que lo sé... Y también sé que me quieres y que por eso estás aquí.- Aleyt paró y se echó a llorar. Nacho intentó tocarla, pero ella se apartó.

Momo divisaba la escena con los dedos cruzados... Deseaba que aquello se arreglase. Entendía a Aleyt, pero también a Nacho.


- Aleyt, necesito que me escuches... Eres la primera chica que se fija en mí, la primera que ve eso que tú dices: lo que pienso, lo que quiero, lo que deseo... Pero para mí también está siendo difícil porque soy muy extraño. Llevas razón. No me preocupo por tí lo suficiente, estoy más pendiente del trabajo que de lo demás y tengo miedo de intentar hacer lo que quiero.

Pero tú me dijiste una vez que no soy un cobarde. Casi te pierdo para siempre Aleyt, porque cuando Ofelia y Sara me sugirieron que viniese me pareció una locura, no iba a hacerlo, pero pronto me di cuenta de que tú jamás volverías a mí... Esta vez... Tenía que ser yo. Eres lo que más quiero en este mundo, mi vida ha cambiado desde que apareciste aquella noche. Sí... Aquella noche las estrellas brillaban de otra forma, mi respiración era más tranquila, y solo había cruzado dos palabras contigo. Me transmites paz en una vida de guerra... Llevabas razón en todo. El objetivo de Aelo era apartarte de mi lado, y no supo como hacerlo salvo así... Lo intentó poniéndote en compromisos del tipo meterse con tus amigas para que tú saltases y yo saliera en su defensa, pero te comportaste como una persona adulta e inteligente... Cosa que ella me ha demostrado que nunca ha sido. No me quito culpa. Yo la besé igual que ella a mí... Pero pronto aparecieron en mi mente tus ojos, esos ojos que me miran con sinceridad, esos ojos de los que me enamoré aquella mañana en la desembocadura del Esgueva... Los ojos que me hacen volverme loco... Agarré a Aelo y le dije...

...

- ¡Aelo!... Por Dios, ¿a qué juegas?- Nacho rememoró aquella escena.

- Deja a Aleyt... Y ven conmigo. Quiero tenerte conmigo siempre Nacho.

- ¡Estás loca! ¿Sabes que nos han visto dos personas que nos conocen a mí y a Aleyt?

- Mejor, así te ahorras el mal trago de tener que decirselo tú.

- Te lo voy a decir una vez... No más. No quiero volver a verte en mi vida Aelo, déjame en paz. Para mí has muerto. Quiero a Aleyt, y por tí ya no siento ni un ápice de cariño.

- Lo vas a tener difícil. Eres el recepcionista de mi "casa"...- Aelo se alejó guiñándole un ojo y con una sonrisa maliciosa.

"¡Pero... ¿qué coño he hecho?!"- Pensó Nacho.


Nacho terminó de contarle a Aleyt lo sucedido. La expresión de odio de la chica se convirtió en dolor, e, increíblemente, en comprensión...

- Quiero otra oportunidad Aleyt. Todos cometemos errores y... yo solo puedo decirte que... Te quiero con todo mi corazón. Y aquí te lo demuestro.- Le mostró un papel arrugado y escrito a lápiz.- Desde el primer día que te besé... Empecé con ella.

Era una canción. En ella estaban plasmados los sentimientos más puros, profundos y sinceros de aquel chico que parecía tan tímido, tan misterioso y tan extraño.

De repente, Aleyt se dio cuenta de algo...

Había dejado su amada tierra porque nunca la había hecho feliz, aunque a pesar de aquello siempre le hacía ilusión volver a contemplar sus rojos campos...

Pero Valladolid era su nueva vida... Las chicas: Vic, Carol, Louise, Sara, Silvia y Ana eran sus nuevas confidentes, sus nuevas amigas, y no quería separarse de ellas nunca, y Nacho era el único chico que la había amado.

Ningún otro se había atrevido a hacerlo...

¿Por qué no iba a perdonarlo?

Sus lágrimas mojaron el papel que tenía entre las manos, y las de Nacho la acompañaron. Él le cogió la mano y se la besó, pero Aleyt lo que quería era que besase sus labios. Y lo consiguió. Momo empezó a aplaudir en la lejanía de los viveros subida en su almendro floreado preferido.La pareja rió.

Nacho se apartó un poco y cortó una enorme amapola que crecía en un lado del campo y se la dió a Aleyt. La muchacha sonrió. Le encantaban aquellas flores.

- No creo que le importe a Momo...

- Sólo te voy a pedir una cosa, Nacho...

- Lo que sea, mi nena.

- Quiero que dejes de ver a Aelo para siempre.

- Eso está ya hecho.

- Claro. Pero eso implica que dejes de trabajar en ese lugar...

Y Aleyt nunca había hablado más en serio.


A 510 kilómetros de la villa manchega, un grupo de jóvenes que se autodenominaban la Élite, estaban a punto de devorarse las uñas. Sabían que Nacho había ido en busca de Aleyt, pero no sabían nada más. Louise estaba histérica.

- ¡Si lo perdona le voy a montar un pollo...!

- Bueno... Está claro que lo va a perdonar. Pero yo a la Aelo puta esa le sacaba los ojos y la tiraba por una alcantarilla llena de ácido.- Sentenció la sutil Carol.

- Pues yo lo tiraba detrás a él.

- ¡Estás tú para hablar, Louise! Ejem...- Le dijo Sara recordándole su resbalón.

- Bueno... Por lo menos él ha sido más valiente y se lo ha contado. ¡Pero porque Aleyt se iba a haber enterado igual!

- Eso no lo sabemos. Yo quiero que lo perdone. Hacían una pareja bonita. Eso sí, de ella le montaba un cisco a la Aelo... ¡Que le iba a faltar ciudad para correr!- Añadió Silvia.

- La culpa es igual de Nacho que de Aelo...- Dijo Vic.

- Bueno chicas, nosotras nos vamos a la biblioteca.- Informó Ana apremiando a Sara.

- Luego nos vemos.


Sara y Ana estuvieron toda la tarde en la biblioteca estudiando y con el tiempo en su contra. Al final, estaban cansadísimas, y decidieron ir a tomarse un respiro a una cafetería cercana.

Al entrar, no había sitio en las mesas, por lo que se sentaron en los taburetes altos de la barra. Se les acercó el camarero, y a Sara le resultó familiar aquella voz. Era Joan.

- ¡Hombre! Al final "tomaremos algo" juntos... jaja.- Dijo Joan dando dos besos a Sara.

- ¿Qué haces ahí, Joan?

- Pues trabajando hija... ¿Qué quereis?

Sara pidió un café y Ana... Ana estaba ensimismada mirando a aquel camarero de enormes ojos azules.

- ¿Ana?

- Eh... Ah... Otro de lo mismo.

- ¿Dos cafés entonces?- Preguntó Joan mirando descaradamente a Ana.

- Sí.- Respondió Sara.

Joan llevó deprisa los cafés y se unió a la conversación de las dos chicas.

- ¿No me presentas a tu amiga?

- Ah sí perdona. Ana-Joan, Joan-Ana. Vive conmigo en la residencia.

- Encantadísimo, Ana.

- Lo mismo digo...- Dijo Ana con un suspiro y una estúpida sonrisa. "¡Ay qué bien!", pensó.

Charlaron animadamente durante un largo rato.

Joan tuvo que dejarlas un momento para atender a otros clientes.

- Está buenísimo. ¿De dónde lo has sacado?- Preguntó Ana.

- Lo conocimos Aleyt y yo a la vez que a Xoel. Es su mejor amigo.

- Ah... Madre mía me voy a aficionar a los cafés de aquí jaja.

Joan volvió.

- Disculpadme chicas, ¿por dónde ibamos?- Y volvió a clavar sus preciosos ojazos azules en Ana.

- Nada... Estabamos hablando de Xoel...

- Ah sí. Se nos ha comprometido jajaja.

- Sí, con una amiga nuestra.- Informó Ana.

- ¿Carol es amiga vuestra?

- Sí, sí. De nuestra resi. Va con nosotras siempre. Lo extraño es que no esté por aquí.- Dijo Sara.

- Mmmm... Me imagino donde estarán jajaja. Aún no la conozco.- Dijo Joan.

- Es muy buena chica.

Hablaron durante otro largo rato. Ana y Joan se miraban tímidamente, de reojo. Y llegó la hora de irse.

- Bueno Joan, nos veremos por aquí más veces.- Dijo Sara.

- Trabajo de lunes a jueves de cuatro de la tarde a diez de la noche. Así que, venid cuando querais. Si es todos los días, mejor jaja.

- Adiós.- Dió dos besos a Sara y... cuando se los dio a Ana, le pasó bajo manga un papelito con su número de teléfono.

Ana se quedó muda... Y feliz.

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