martes, 8 de junio de 2010

TIRED. CHAPTER V. LOS VIAJES.

(Leer capítulo anterior)...

"Na toir breith air ráir coltais, faodaich cridh breartach a bhi fo chòta bochd." (No juzgues por las apariencias, un gran corazón se puede esconder debajo de una vestimenta pobre) - Proverbio almogávar-celtas del Reino de Aragón.

Ofelia ya no aguantaba más las mentiras y las barbaridades que Ajo, Margarita y BH le echaban en cara. Mientras le levantaban la voz cada vez más, Ofelia pensaba en el por qué no se había largado a Santiago con Aleyt y el resto de chicas.
Avanazaba lentamente por su pasillo hasta que alcanzó el picaporte de la puerta de su habitación. En ese momento Margarita salía y miró a Ofelia de arriba a abajo con un gesto de desprecio.
- ¿Por qué me haceis esto, Margarita? - Preguntó Ofelia casi a punto de llorar y con un hilito de voz.
- Te lo has buscado tú sola.- Contestó dándole la espalda y avanzando hacia el ascensor.

Ofelia se encerró en su habitación. No merecía la pena gastar lágrimas por unas personas que no la querían, que no la valoraban. Un grupo en el que solo había cabida para la mentira, la envidia y el rencor. Un grupo de amigas de conveniencia.
Resonaban en su cabeza una y otra vez las palabras de Ajo que se le clavaban como puñales.
Recordaba a cada segundo aquel momento: estaban todas en el office, como si aquello fuese un tribunal de la Inquisición, y no pararon de hacerle preguntas, que a veces casi la llegaron a confundir. "Tú nos has dejado de lado, Ofe", "Eres una irresponsable", "estás jugando a dos bandas... ¡No! peor... a tres... Te vas con las canarias, luego con nosotras, después con Aleyt... Y seguro que con ellas rajas de nosotras todo lo que puedes".
No llevaban razón... Lo que Ofelia necesitaba era salir de aquel ambiente. Ella tenía otras prioridades, otros principios. Le importaba más el interior de las personas que el exterior. El aparentar lo odiaba, y ellas solo le estaban aportando cosas dañinas... Y se iban a quedar solas... Muy solas...
Ofe no quería una segunda oportunidad, al menos no con ellas. Quería su oportunidad con el resto del mundo que la rodeaba, por el cual era querida. Eso era lo que le dolía a aquel grupo, que a Ofelia no le faltaban amigos, y era de lo que estaban más escasas ellas...

A muchos kilómetros de la ciudad, un grupo de chicas corría de un lado a otro del pasillo del hostal y por las habitaciones...

- ¡Louise! jajajaja. ¡No te lo vas a creer! jajajaja. ¡Me muero! jajaja. - Aleyt no podía articular palabra por la risa.
- ¿Qué pasa?
- ¡Sara no puede salir de la ducha porque se le ha inundado todo el baño de agua jajaja! ¡Y parte de las habitación!
- ¡No jodas! jajajaja. ¡Saca el flotador Aleyt, que vamos para allá! jajaja.
Las dos chicas corrieron a la habitación de Silvia y Sara y encontraron a la muchacha dentro de la bañera tapada con la toalla y sin parar de gritar.
- ¡¡¡Que no puedo salir!!! ¡¡¡Llamad a alguien!!!- Gritaba Sara entre risas.
- ¿Pero qué has hecho? - Preguntó Louise sin parar de observar el panorama.
- ¡Yo que se! jajaja.
Llamaron al conserje del hostal y lo arregló rápidamente. Al minuto apareció Ana por el pasillo.
- Tía... Me estaba duchando y se me ha caído la barra con la cortina encima...
Aleyt y Louise estallaron de nuevo en risas. No podían parar y Ana las miraba con extrañeza, esbozando una pequeña sonrisa.
- No Ana si no nos reímos de ti... Bueno sí... Un poco jajaja. - Aleyt intentaba arreglarlo pero Louise le cerró la boca.
- Lo que pasa es que a Sara se le acaba de inundar el baño y media habitación mientras se duchaba jajaja.
- ¡Hala! ¿En serio? ¡jajajaja! Bueno, voy por el botellón y a vuestra habitación ¿va?
- Sí, sí. ¡Daos vida!

Retrocediendo unos cuantos kilómetros de nuevo, en otra parte de Valladolid, había una persona que se lo estaba pasando en grande.
Genaro había salido con un grupo de amigos por ahí, y se encontró con una vieja y muy buena amiga. Ambos estuvieron bailando, bebiendo y riendo durante toda la noche, hasta que llegó el momento que más le gustaba al chico... El de tener que llevársela a su casa.
La chica no vivía ya en Valladolid, y Genaro le ofreció su casa. Ella estaba ya un poquito mareada por el alcohol y el calor que hacía en aquel lugar.
Caminaron agarrados, quizá para no caerse o quizá para darse un poco de calorcito, que se agradecía para combatir el frío nocturno de aquella ciudad.
Llegaron al piso. Eran las 05.00 de la madrugada.
Genaro tumbó a la chica en la cama y, como siempre, sin explicación, comenzaron a besarse de forma apasionada. Llevaban toda la noche deseándolo, pero ninguno se había atrevido.
Poco a poco volaban por la habitación camisetas, abrigos, y todo lo que se pueda quitar. Combatieron el frío vallisoletano de la mejor forma posible.
Cayeron rendidos e intentaron sumirse en un sueño profundo, pero les interrumpió una llamada al móvil de Genaro...
"¿Sara?" Pensó el chico con extrañeza. No iba a cogérselo, pero lo hizo.
- ¿Hola?
- ¡Hola Genaro!
- ¡Muy buenas noches Sarita! ¿Qué haces llamándome?
- Nada jajaja. Quería saber como estabas.
- ¿Vas un poco borrachilla? jajaja.
- No, no... Bueno ¡sí! jajaja. Tengo ganas de verte.
- ¡Ah! eh... ¡Sí! Yo... también...- La voz de Genaro no sonaba muy convincente.
- mmm... ¿Quién es?- La chica que acompañaba a Genaro se despertó y siguió besándole por el cuello, y por donde podía... Sara se dio cuenta de que no estaba solo...
- Bue.... no... Sa... Sara... Te tengo que dejar...
- ¿Estás con alguien, no?
- No, no...
- Ya claro... Está bien... Ya nos veremos.
- Sara ya te lo explicaré...
- No hace falta, tranquilo.
Y colgó.
Sara quiso pensar que al día siguiente no iba a recordar nada. Pero no fue así.
Las chicas entraron en su habitación, con un grado de borrachera considerable, pero se les pasó de repente al ver a Sara llorando.
- ¡Mi alllllma! ¿Qué te pasa? - Dijo Aleyt entre el hipo que le había dado.
- Nada chicas, dejadme sola por favor.
- De eso nada monada, ahora mismo nos lo cuentas.- Dijo Louise sentándose a su lado.
Sara les contó la historia desde el principio, desde el encuentro con Pelayo hasta sus ilusiones con Genaro, pasando por el mal trago de aquella noche.

Pero ese mal momento no empañó ni lo más mínimo lo bien que lo habían pasado aquella noche.
Empezaron bebiendo y jugando a las cartas en la habitación de Louise y Aleyt. Intentaban no hacer demasiado ruido, pues la monja estaría al acecho.
Silvia salió de la habitación y se fue a la de las otras chicas que estaban haciendo lo mismo que ellas. Pasó un rato y oyeron que llamaban a la puerta. Estaban un poco ebrias en aquel momento, además, pensaron que sería Silvia. Pero se equivocaron...
- ¡Abridme la puerta! - resonó una voz desde el exterior.
- ¿Quién eres, cariño? - Preguntó Vic para hacer la gracia imitando a S.L.
- ¡Soy S.T.! Abridme la puerta ya.
" ¡Mierda! ", pensaron todas a la vez. Intentaron esconder los vasos llenos de vino, las botellas, etc. Vic no pudo contenerla más y abrió la puerta.
Les cayó, como siempre, una bronca de S.T. por estar allí a esas horas, y más bebiendo, gritando y fumando. Les dijo que se fueran ya de allí y salió de la habitación con un mosqueo elegante.
- ¡Mis botas! - Gritó Aleyt, aunque no se le entendió demasiado bien.
El vaso de vino se había volcado y había manchado el suelo y las botas de la muchacha.
Una vez compuestas, salieron en busca de algún sitio donde poder bailar y divertirse un poco. Y lo encontraron.

Lo que no les gustó tanto fue la mañana siguiente. Desayunaron de mala gana, con mucho sueño y pensando en que tenían que ir a la Misa Mayor en la catedral.
Para despejarse salieron a comprar algunos recuerdos por la Plaza de Quintana y por las calles de la catedral. Después se dejaron caer al sol en la Plaza del Obradoiro mientras escuchaban el sonido de las campanas que luego Vic no pararía de repetir.
Tras ver la procesión del Domingo de Ramos, entraron en la catedral y se pudieron sentar en el escalón de la capilla de Santiago. Tras una larga misa, de una hora, intentaron salir, no sin antes fijarse si iban a soltar el botafumeiro famoso.
De repente, empezaron a escuchar los gritos de una mujer dentro de la catedral. Se quedaron todas alucinadas, y Silvia le preguntó a Aleyt que pasaba.
- Pues nada Silvia, que antes de soltar el botafumeiro hacen una especie de Aquelarre.
- ¿Qué?
- Sí tía, ¿no lo sabías? Cogen un gallo y le cortan el cuello ahí en el altar.
- ¿En serio?
Aleyt la miró con cara de circunstancia.
- ¡Pues no ves que no! jajajaja.
- Joder me lo había creido jajaja.
- No, no. Es que a esa señora se le había perdido el niño entre la gente y se ha asustado.
Salieron de la catedral con la desilusión de no haber visto el botafumeiro y se dirigieron a tomar algo en una de las caras terrazas de por allí. Dieron con una y se sentaron a la espera de que les trajesen unos tristes mostos con unas tristes aceitunas.
Las aceitunas nunca llegaron, y, a la hora de pagar, Aleyt se lo apuntó al camarero en la cuenta: "¿y las aceitunas?" Se echaron unas risas y fueron a comer al hostal.
De camino compraron unas Santiaguiñas y Carol una botella de crema de orujo.
La comida no fue lo que podría llamarse... comible...
- ¡Qué calladas estais todas! - Dijo la directora en el comedor.
- Es que para comer esta mierda se necesita concentración.- Hasta aquel momento, Carol no había soltado su frase célebre.

Ya eran las 15.00 de la tarde y salieron de Santiago medio dormidas. Pararon en Astorga a medio camino, pero no se veía a nadie por la calle ni nada. No duraron ni media hora en aquel lugar, aunque eran muy bonitos los dos edificios de la parte alta: la catedral y el palacio de Gaudí.
Tras dejar Astorga, siguieron hasta Valladolid escuchando el partido del Real Madrid.
Ya se divisaban las luces de la residencia Labouré y una pequeña figura saludaba desde abajo. Era S.A., la monja que había faltado al viaje.

Se fueron a dormir con un recuerdo maravilloso de aquel viaje que siempre estaría con ellas.

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